Este artículo se publicó hace 13 años.
Grecia, entre la patada hacia adelante o una quita para la banca
Varios economistas creen que alargar los plazos de la deuda griega, como negocia la UE, sólo aplaza el problema. La alternativa, asumir pérdidas
El Gobierno griego diseña desesperadamente nuevos instrumentos para elevar sus ingresos, como un nuevo impuesto sobre todos los trabajadores, bautizado como "solidario", para pagar las prestaciones de desempleo. Mientras, las instituciones europeas buscan cómo generar nuevas líneas de liquidez que permitan a Atenas seguir pagando sus deudas, en una política que también definen como solidaria. Sin embargo, cada vez son más los que no lo ven así. En palabras de José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, "no están ayudando a los griegos; están evitando que sus bancos tengan que aflorar las pérdidas que les causaría el impago de la deuda".
Con los bancos de EEUU como segundo acreedor de Grecia tras Francia y por delante de Alemania, según datos del Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas inglesas), a los conductores del autobús europeo, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, no les queda otra que encontrar una solución que aplaque la tensión de su poderoso socio atlántico. Su idea parece cargada de lógica y sencillez, como se supone que deben ser las cosas para que funcionen: según vayan venciendo las deudas y a Grecia le llegue la hora de pagar a cada acreedor, lo hará a cambio de que este inmediatamente le vuelva a prestar ese dinero. Así se reducirá la presión sobre el país mediterráneo, bajará la factura del necesario rescate, y se alejará en el tiempo la posibilidad de impagos que tanta aversión despierta en la poderosa banca europea y estadounidense.
El Plan Brady permitió superar la crisis latinoamericana
Es un esquema basado en la llamada Iniciativa de Viena, que al principio de la crisis se utilizó con notable éxito para ayudar a los países de Europa del Este. El problema no es ya que por ahora nadie sepa exactamente cómo se materializaría esa propuesta, sino que al contrario de lo que se dice en las instituciones europeas e internacionales (UE, BCE, FMI), para la gran mayoría de los economistas, por muy simple que parezca, no servirá para Grecia.Por una razón también muy simple. En el caso de los países del Este, aplazando el pago se resolvía una crisis de liquidez, mientras que en el caso de Grecia los problemas de liquidez quedaron atrás hace mucho tiempo y a lo que en realidad se enfrentan Europa y EEUU es a la crisis de la solvencia del país.
En otras palabras, Grecia es ya una nación en bancarrota incapaz de generar a corto plazo ingresos suficientes para pagar sus deudas, y de generar a medio plazo la actividad económica que permita incrementar sus ingresos. Mucho menos aún, sometida como está a draconianos planes de recorte. El modelo de Viena no haría pues otra cosa que dilatar el problema en el tiempo y, con ello, seguir agrandando la pelota: "La lanzan hacia delante, esperando a ver si al final, de alguna manera, resuelven el problema de crecer, pero es vano. No le puedes pedir a un país que contraiga su déficit público del 15% al 9,4% en un año y esperar que crezca para aumentar sus ingresos", asevera el economista de la Universidad Pompeu Fabra José García Montalvo.
La alternativa"La UE tiene que asumir que Grecia no tiene dinero para pagar", dice Díez
Los economistas sostienen que la solución no está en Viena, sino que debe buscarse en el modelo del Plan Brady, que resolvió la crisis de la deuda latinoamericana a principios de los noventa, y que no es otra cosa que reconocer la incapacidad de Grecia de hacer frente a sus pagos, aceptar las pérdidas, y aplicar una quita. "Es la única manera de hacer solvente otra vez al país. No hay vuelta de hoja", añade Montalvo. En la misma línea, José Carlos Díez dice que "sólo el pago de intereses se lleva casi el 15% de sus ingresos fiscales. Cuanto más tarde Grecia en resolver su problema de solvencia, peor será la situación. Porque la deuda seguirá creciendo".
Así, Díez también defiende aplicar un sistema de quitas similar al viejo Plan Brady, "mucho más oportuno. Los europeos tienen que asumir que los griegos no tienen dinero para pagar".
Dicho de otra manera: cerrar un acuerdo ordenado de reestructuración de la deuda griega con los bancos acreedores, de manera que estos reconozcan sus pérdidas, que podrían ir aflorando y provisionando en un plazo de varios años y con la ayuda del FMI y el EFSF (el fondo de rescate europeo). Eso sí, dice el economista de la Universidad de Granada Santiago Carbó, siempre y cuando "no se limite a un parche más" con planes de participación voluntaria de los acreedores.
El problema griego es de solvencia; no de liquidez, como en los países del Este
Para Carbó, se está jugando a "evitar una tensión brutal de los mercados" con las mismas soluciones que se aplicaron hace un año con la esperanza de que funcionen: "No pueden hacerlo. Pongámonos serios y reconozcamos que estos señores no pueden pagar. Una patada adelante en la que los acreedores y los gobiernos no asuman su parte ya no es realista". Y advierte de las consecuencias de no serlo, de "no llegar a un pacto en el que cada parte asuma sus consecuencias", de alargar plazos o de recurrir a quitas suaves para salvar a los bancos: "El mercado no permite otra ronda estéril apostando al corto plazo. Cualquier solución posterior ya no sería creíble".
Una credibilidad que cada vez está más en cuestión también más allá de los mercados, que se extiende como mancha de aceite entre los ciudadanos, los únicos a los que les toca, hasta ahora, pagar los platos rotos. Se refleja claramente en la indignación con la que el economista de la Universidad de Málaga Alberto Montero afirma que "no tiene sentido cobrar un interés mayor porque se asume un riesgo y que luego la parte acreedora no quiera asumir las consecuencias de su riesgo. Y que se justifique por la gravedad de las consecuencias. ¿No lo están siendo para los griegos?"
Montero está convencido de que el reajuste necesario por la deuda griega "recae exclusivamente sobre los débiles", porque se está "manipulando a las instituciones europeas para imponer un acuerdo que beneficia exclusivamente a los bancos que no quieren perder un euro". Pero, siendo partidario de soluciones similares al Plan Brady, no lo ve posible: este, explica, tardó años en aplicarse y se hizo una vez que la situación de los países iberoamericanos se estabilizó, cuando ya era evidente que el peso de los ajustes sobre sus economías les impedía crecer y, por tanto, pagar sus deudas. "Y Grecia sigue viviendo en plena turbulencia", concluye escéptico.
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