El Tribunal Supremo de Rusia escuchó el martes una demanda de Greenpeace contra la orden del primer ministro ruso, Vladimir Putin, de reabrir una papelera que el grupo ecologista dice que contamina el mayor lago de agua dulce del mundo.
En enero, Putin ordenó la reapertura de la papelera de la era soviética Baikalsk Pulp and Paper, a orillas del lago Baikal, unos 5.000 kms al este de Moscú. La planta había dejado de funcionar a finales de 2008 en medio de disputas por supuesta contaminación.
La decisión de Putin fue recibida con horror por los ecologistas y con alivio por los residentes locales, que le alabaron por intentar recuperar casi los 1.500 puestos de trabajo de la empobrecida región.
La planta reabrió parcialmente el 21 de mayo para proporcionar electricidad, dijo Mijail Kreyndlin, abogado y experto en áreas protegidas de Greenpeace, a Reuters.
"Esperamos que nuestro caso les haga cambiar de opinión y la cierren de forma permanente", dijo tras la audiencia.
Kreyndlin y representantes del tribunal dijeron que la decisión sobre si revocar el decreto probablemente saldría esta semana.
Sería muy inusual que el Tribunal Supremo revocara un decreto gubernamental.
Greenpeace argumenta que recuperar la papelera arrojará material tóxico al Baikal y podría causar daños irreversibles en el lago, que contiene una quinta parte del agua dulce del planeta y alberga 1.500 especies de animales y plantas. La UNESCO tiene el lago Baikal en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad desde 1996.
Antes de ir al tribunal, Greenpeace pidió a la UNESCO que disuada al Gobierno, argumentando que al hacerlo quebrantaría los principios del organismo cultural de la ONU.
En una carta abierta al presidente ruso, Dmitry Medvedev, dijo que Rusia había firmado un documento que obligaba al Gobierno a hacer todo lo posible para conservar este tesoro para generaciones futuras.
En medio de las protestas de los ecologistas el mes pasado, Medvedev, al que Putin escogió como presidente, dijo que los problemas medioambientales en el Baikal estaban siendo ignorados por el Gobierno Putin. Medvedev rara vez ha criticado al Gobierno.
"Creemos que defendimos bien nuestro caso", dijo Kreyndlin.
El magnate ruso Oleg Deripaska se hizo con el control de la planta a través de una filial de la compañía Basic Element en 2002 hasta principios de este año.
La filial Continental Management de Deripaska es propietaria hoy de un 25 por ciento de la planta tras vender un 25 por ciento a Continental Invest, controlada por el empresario Nikolai Makarov, en un acuerdo que se cerró el 31 de marzo.
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