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Griñán libra la batalla de Sevilla

ANTONIO AVENDAÑO

Todavía no es secretario general, pero ya tiene sobre la mesa problemas de un secretario general. José Antonio Griñán ha empezado a enfrentarse con conflictos propios de un líder orgánico cuando todavía le falta una semana para serlo de manera efectiva, en el congreso andaluz del PSOE del próximo fin de semana.
Sevilla está siendo el primer gran quebradero de cabeza del presidente andaluz: la determinación del alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, de no presentarse a una cuarta reelección, y de abandonar cuanto antes la alcaldía, y las pugnas internas en el PSOE sevillano para influir en la designación de su sustituto son los explosivos ingredientes de un conflicto que Griñán está obligado a resolver sin dejar demasiados cadáveres en el camino. Y sin perder Sevilla, principal fortaleza del PSOE andaluz en un mapa donde todas las capitales, salvo Jaén y Córdoba, están en manos del PP.


La extraña pareja

Los dos grandes contendientes de la batalla de Sevilla son el propio alcalde y el secretario provincial del partido, José Antonio Viera. El enfrentamiento entre ambos viene de lejos. Mucho antes de celebrarse las elecciones municipales de 2007, Viera intentó desbancar a Monteseirín como candidato a la alcaldía. No lo consiguió porque la dirección regional del partido, dirigido por Manuel Chaves, no veía con claridad las ventajas de la operación. Viera no fue número uno de la lista del PSOE, pero sí número dos.
Muchos en el partido auguraban lo que pronto pasó: que la extraña pareja formada por Monteseirín de alcalde y Viera de segundo no duraría mucho. En el verano de 2007, semanas después de que los socialistas accedieran de nuevo al gobierno local merced a un pacto con Izquierda Unida, Viera dimitía como concejal. Ahora se propone intentarlo otra vez. Su principal arma es que fue elegido secretario provincial con una holgada mayoría; su flanco más débil, que no controla las principales agrupaciones de la capital.   
“La designación del candidato de Sevilla no la adoptará la dirección provincial, aunque Griñán deberá contar ella. Como tendrá que contar con la opinión de Zapatero o de Chaves”. Así opinaba un dirigente andaluz del PSOE, preguntado por la crisis de Sevilla. El alcalde, en todo caso, está decidido a que le sustituya Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, su actual número dos no formal, pero sí efectivo.
En principio, Griñán desvelará sus cartas tras el congreso. Su opción coincide con la del alcalde –que el candidato sea Gómez de Celis–, pero los tiempos que ambos manejan difieren. Monteseirín quiere irse cuanto antes y Griñán prefiere que aguante: tal vez hasta julio, en que se harían públicas las candidaturas a las capitales, pero es casi seguro que el alcalde se irá antes. Puede incluso que no llegue a abril como primer mandatario.

Pasear un cadáver

Una fuente socialista consultada por Público hacía este análisis: “Alfredo [Sánchez Monteseirín] no puede seguir todo un año como alcalde después de que él mismo y el presidente hayan dicho que no volverá a ser candidato. Sería una crueldad no sólo política, sino personal: un año paseando un cadáver político por la ciudad”. Esa manera de ver las cosas es compartida por muchas personas en el PSOE andaluz. Una de ellas, con responsabilidades institucionales, lo veía así: “La opción menos mala es que el alcalde se vaya y deje en su lugar a Gómez de Celis para que se vaya ganando el puesto; si se lo gana sería candidato; si no, ya veríamos”.
En medios socialistas sevillanos se acaricia de nuevo la posibilidad de que Alfonso Guerra aceptara el ofrecimiento de encabezar él mismo la candidatura Sevilla en 2011. Pocos dudan de que sería el mirlo blanco que todo partido anda buscando en una encrucijada tan difícil como la que se plantea en Sevilla: su popularidad entre las bases socialistas y entre el electorado sevillano en general lograría reanimar el decaído ánimo de los votantes de izquierda.
Pero el ex vicepresidente del Gobierno, que en 2010 cumplirá 70 años, ha dicho en repetidas ocasiones que no está disponible. Lo estuvo, según confesó, en 1979, pero el destino –que entonces se llamaba Felipe González– lo llevó por otros caminos. 

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