Este artículo se publicó hace 15 años.
"Yo soy guionista, nunca quise ser director"
Director de '25 kilates', que se estrena el próximo viernes
Patxi Amézcua es una sorpresa. Su debut, 25 kilates, es la demostración de que una realización arriesgada y la comercialidad no tienen por qué vivir separadas. En Málaga, lo llaman cine radical, al incluirlo en la sección Zonazine, que reúne, en teoría, el cine más vanguardista de España. Pero el suyo es sólo un thriller de impecable factura y ritmo trepidante, con el don de la verosimilitud y un guión trabajado, algo que Marsé criticó como una de las deficiencias del cine español.
¿Estará de acuerdo con Marsé sobre lo poco respetado que es el oficio de guionista?
Sí, mal valorado y mal pagado. Sin embargo, es la base fundamental de un proyecto. Además, en la fase de producción, el guionista desaparece de escena. Nadie le consulta los cambios, lo que puede dar lugar a incoherencias. Sin los cimientos, la casa se cae; sin un buen guión, no se hace una buena película.
¿Cree que hace cine radical?
No lo creo; en todo caso, lo radical es atreverse a hacer un thriller de estas características con tan poco presupuesto (poco más de un millón de euros, poco más de lo que cuesta un telefilme). Creímos que teníamos una buena historia y buenos actores, y que podíamos rodar rápido y con un estilo propio. La radicalidad fue hacerla. Y estar 30 días a cara de perro.
¿Cómo consigue hacer un thriller sin que sea una mera copia del modelo estadounidense, y, a la vez, sin que parezca impostado?
Con un buen guión, eso es lo fundamental. Sabía que si lograba hilar una historia con giros y sorpresas, todo bien montado, que es lo que hacen bien los americanos, y lo conjugaba con lo que hacemos bien en Europa, que va más por los personajes y las relaciones, saldría algo con un estilo propio. Simplemente he tirado por el cine que a mí me gusta: engaños, acción, matones... Quería un matón que tuviera un hijo, y que tuviera que llevarlo al colegio, quería personajes que tuvieran emociones, que fueran identificables.
¿Tanto creía usted en el guión que ni Carmelo Gómez fue capaz de cambiarlo?
Son cosas del casting. Das con una persona que te gusta para el papel y a la que le gusta el papel, y ese fue Carmelo. Pero él quería que el final estuviera más orientado a la historia de amor que a la trama de thriller. A mí, no me parecía así. Y no hubo acuerdo. Siempre he dicho que lo mejor que tenía el proyecto es que tenía un guión muy sólido y muy trabajado, y no lo iba a cambiar por un actor. Ha sido un acierto porque encontré a Francesc Garrido, que es especial y diferente.
¿Cómo acabó usted dirigiendo?
Nunca quise ser director; yo soy guionista y me encanta estar en mi casa escribiendo. Pero hace años escribí un guión de un corto que nadie quería hacer y me decidí a hacerlo yo. Fue Mus (2003) y salió bien. Me descubrí como director.
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