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La verdadera historia de Vlad el Empalador

Bucarest indaga en las raíces históricas del mito de Drácula.

Marcel Gascón

El Museo Nacional de Arte de Rumanía (MNAR) ha inaugurado en Bucarest una exposición que muestra con profundidad y rigor cuál es el origen histórico y cómo se ha desarrollado la leyenda de Drácula.

Hasta el 10 de octubre en el centro de la capital rumana, la leyenda de Drácula ilumina un viaje histórico a una región y a una época tan brutales como fascinantes.

Estructurada en cuatro partes, la exposición cuenta en su primer tramo la historia de Vlad III Dracula -hijo del Dragón o del Diablo-, señor feudal de la región de Transilvania que en el siglo XV se alió o luchó con los conquistadores turcos o húngaros según la coyuntura.

'La creencia en los vampiros ha sido vinculada injustamente a él, que luchó contra el Imperio Otomano y no contra muertos vivientes y vampiros', declaró en la apertura Martin Eichtinger, ex embajador de Austria en Bucarest y uno de los impulsores del proyecto. 'En realidad era un luchador por la libertad, tirano, despiadado, un político de orden', agregó el diplomático.

Los organizadores atribuyen la reputación siniestra de Vlad III a las crónicas de los colonos germanos establecidos en la zona, que habrían sufrido las restricciones comerciales y los ataques militares del célebre caudillo.

La muestra considera difícil de probar que el personaje tuviera una crueldad especial para los usos de la época, pese a su fama y al apodo de 'Vlad el Empalador'.

En sus salas se exponen varios cuadros del personaje, entre los que destaca un retrato a óleo anónimo del siglo XVI expuesto en el Museo de Historia del Arte de Viena.

La segunda parte explora mediante las pinturas y los objetos de guerra expuestos las batallas entre cristianos y musulmanes en el sureste de Europa, un contexto en el que las acciones y alianzas, a menudo confusas y ambiguas, de 'Vlad el Empalador' encuentran explicación.

El choque constante entre otomanos y europeos provocó mucha sangre y desplazó mil veces las fronteras, pero las fricciones en el campo de batalla que fue el territorio de la Rumanía, sembró también de influencias los salones de las dos civilizaciones.

Varios cuadros y objetos de decoración presentados en el MNAR demuestran cómo los sultanes turcos comenzaron a encargar retratos al modelo de sus homólogos occidentales, pese a la prohibición del Corán, al tiempo que la decoración de los palacios nobles de Budapest y Viena se vio impregnada del estilo oriental del enemigo.

Las leyendas de vampiros tan populares en esta zona de Europa se repasan en la siguiente parte de la retrospectiva, documentadas a través de cartas, grabados y tratados de 'curación de enfermedades vampíricas' del siglo XVIII.

En el siglo XIX, el mito, que ya se había convertido en tema de debate intelectual en el mundo germánico, se haría universal al ser recogido por escritores como Goethe, Byron o Baudelaire, hasta alcanzar gran popularidad con la novela Drácula, de Bram Stoker, que vinculó para siempre la figura de Vlad III con el celebérrimo Conde Drácula de la ficción.

Carteles de las distintas versiones cinematográficas de la novela de Stoker sirven para analizar la evolución en la gran pantalla del personaje del Príncipe de las Tinieblas en la última parte de la exposición, que proyectará a diario durante los tres meses que permanecerá abierta el clásico del expresionismo germánico Nosferatu. La sinfonía del terror.

Organizada por el MNAR, el Museo de Historia del Arte de Viena y el Castillo de Ambras de Innsbruck, que alojan buena parte del material expuesto, el evento tiene el mérito de separar con claridad y elegancia realidad y ficción en un terreno donde casi siempre se confunden.

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