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Holanda: el Mundial te debe una

ALFREDO VARONA

Sintiéndolo mucho, quizá sea difícil ser imparcial con Holanda. Los Mundiales tampoco lo han sido con ella. Ante esas cosas, siempre triunfa el corazón. Así que esta noche en Sao Paulo (22.00 horas) es el momento de recordar que la Copa del Mundo tiene una deuda. Dura 40 años y se parece a uno de esos amores no correspondidos que nos hacen tanto daño. Arrancó en el Mundial de Alemania 74. Desde entonces, Holanda se quedó a un tiro al palo, el de Rensenbrink ante Argentina en el último minuto del Mundial 78 o a un suspiro de que Robben batiese a Casillas en Sudáfrica 2010.

Perdió semifinales como la de Francia 98 en los penaltis después de bailar a Brasil en 120 minutos. Llevó lesionados a Van Basten y Gullit a Italia 90, que entonces eran los mejores futbolistas del mundo. Utilizó a los mejores entrenadores de su vida, a Beenhakker, a Hiddink, a Van Marwijk, ahora a Van Gaal para lograr lo que no logró el mejor en el 74: Marinus Jacobus Hendriocus, el mítico Rinus Michels, que desde hace 20 años ve los partidos desde el cielo. Pero aquí, en la tierra, siempre hay quien se acuerda de él.

Pudo ser Billy Wilder. Tenía pinta de director de cine más que de entrenador de futbolistas. Un látigo en el brazo y un campo de fútbol en su cabeza, en la que apareció gente como Cruyff, Neeskens, Rep, Arie Haan o esos dos hermanos, los Van de Kerkhof que se parecían a los Beatles. Con esos pelos y esos flequillos desordenados, siempre encontraban un buen momento para jugar al fútbol. Vivían, fumaban y no esperaban un segundo para salir al ataque. Eran inexplicablemente valientes. Jugaron eso que se llamó el fútbol total.

La 'naranja mecánica' fue la consecuencia de ese entrenador en el que no existía la paz: Rinus MichelsA los ojos del mundo, se convirtieron en 'la naranja mecánica' en esos televisores en blanco y negro de la época. Eran la consecuencia de ese entrenador en el que no existía la paz: Rinus Michels, un tipo chapado a la antigua que decía que el fútbol era 'como la guerra'. Luego, volvió en el 88 para ganar la Eurocopa con otra generación no menos extraordinaria, la de Gullit, Rijkaard y Van Basten. Sin embargo, en los Mundiales nunca fue posible. Ni siquiera cuando más lo mereció como en aquella tarde invernal del 78 en Buenos Aires cuando Kempes, como Torpedo Muller en el 74, ajustó a un equipo que fue superior.

Un país pequeño como Holanda ha mantenido su capacidad para fabricar futbolistas maravillososDesde entonces, Holanda no ha perdido la costumbre. El destino no le quitó las ganas de vivir. Un país pequeño ha mantenido su capacidad para fabricar futbolistas maravillosos. Generaciones enteras de hombres que siguieron la huella de Cruyff, capaces de jugar la pelota sin preocupaciones. Quedan recuerdos que hacen llorar o soñar.

Juzgar a estas gentes por la patada que pegó en el estomago De Jong a Xabi Alonso en la final del 2010 sería engañar a la historia. No sería reconocer a Holanda como el hijo desheredado de la Copa del Mundo. Sería menospreciar la manera de vencer que eligió el general, Rinus Michels, en el 74. Sería olvidarse de ese hombre al que la FIFA eligió como mejor entrenador del siglo XX, con ese pelo aplastado y esos trajes oscuros que rinden homenaje a los setenta. Una época que 40 años después todavía tiene una cuenta pendiente y que hoy está en manos de los imprescindibles Sneijder y Robben..., como si fueran Cruyff y Neeskens en el lluvioso verano alemán del 74.


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