Este artículo se publicó hace 15 años.
Huérfanos de Irak luchan por superar los traumas de la guerra
Por Aseel Kami
Salah Abbas Hisham, de 11 años, se despierta por las noches entre gritos. A veces en la penumbra, ataca al niño que está a su lado en un pequeño orfanato de Bagdad, donde 33 menores duermen sobre colchones en el suelo.
Salah, que vio a sus padres morir en el estallido de un coche bomba hace dos años, nunca puede quedarse solo por la noche, explica Ahmed Abdul-Baqi, un trabajador social en Safe House, un orfanato privado en Bagdad.
"Se despierta por la noche e intenta golpear o incluso ahorcar al niño a su lado", declaró Abdul-Baqi.
Salah, con sus manos siempre trémulas e incapaz de hablar correctamente, pertenece al ejército de innumerables huérfanos que dejaron seis años de matanzas sectarias e insurgencia tras la invasión a Irak encabezada por Estados Unidos en 2003.
A medida que la violencia disminuye y que las tropas estadounidenses preparan su retirada, sociólogos y expertos en salud dicen que las reacciones de los niños al trauma podría poner en riesgo la frágil calma del país, que necesita estabilidad para ser reconstruido.
"Se puede esperar que cuando haya un alto porcentaje de huérfanos y personas con carencias en Irak, tengas un correspondiendo incremento en el crimen y en la violencia", agregó.
Nadie sabe cuántos niños quedaron sin padres por la guerra, o por los conflictos librados por Saddam contra Kuwait e Irán. Algunos fueron ahorcados o fusilados durante el régimen del fallecido líder.
Samira al-Moussawi, directora de la comisión de mujeres, niños y familias en el Parlamento, indicó que si en Irak hay un millón de viudas, probablemente haya tres millones de huérfanos.
En comparación, el número de orfanatos es pequeño y el Gobierno gasta poco dinero para mantener a los niños. A cada huérfano registrado en el Ministerio de Trabajo y Asistencia Social -y hay muchos que no lo están- se le destinan 15.000 dinares iraquíes, unos 10 euros al mes.
"Esta cantidad no alcanza", señaló Moussawi.
La socióloga Fawziya al-Attiya explica que cada dólar gastado en los huérfanos debería considerarse como una inversión en el futuro de Irak.
"La drogadicción, el desempleo y los atacantes suicidas fueron todas consecuencias de la guerra, y los huérfanos que deja atrás son 'presa fácil' para terroristas y criminales", dijo al-Attiya.
"Necesitamos invertir dinero urgentemente para cuidar de estos huérfanos. Duplicaremos nuestra rentabilidad para construir una sociedad", afirmó.
En Safe House, inicialmente creado por una agencia kurda en 2003 pero abandonada al cuidado de sus administradores y voluntarios cuando Bagdad se volvió demasiado violenta, 33 niños de seis a 16 años comparten 73 metros cuadrados divididos en dos habitaciones en dos plantas.
Allí, en el extenso barrio de Ciudad Sadr de Bagdad, duermen, comen, estudian y juegan. El aire que se respira en su interior es fétido: frente a la puerta principal brilla un charco de cloacas podridas.
Cada habitación tiene siete camas, donde duermen unos pocos afortunados.
El propietario del orfanato quiere recuperar la propiedad y se le ha indicado al personal que vacíe el lugar en tres meses: no saben a dónde irán.
"Si no podemos encontrar otra casa, acamparemos en la plaza al-Firdous. Con suerte nos verá un funcionario y encontrará una solución para nosotros", aseguró Samir Jassim, asistente del gerente del orfanato.
El orfanato depende de las donaciones privadas. A veces recibe ayuda de organizaciones no gubernamentales pero no obtiene financiaciamiento del Gobierno ni está registrado en el Ministerio de Trabajo y Asistencia Social.
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