Este artículo se publicó hace 15 años.
La insoportable moral del diputado venal
Dónde termina la compatibilidad y empieza la incompatibilidad de un diputado? Es una frontera tan elástica que su trazado depende de lo que decida una comisión del propio Congreso de los Diputados. Lo es tanto que la transparencia de sus reuniones deja mucho que desear por ese corporativismo que aqueja a las instituciones estatales. Así y todo, es verificable que es mucho más difícil informar cuanto más se avanza por la bancada del Partido Popular que responde a todas las interrogantes remitiéndolas a los registros oficiales. Ya se sabe, públicas virtudes, vicios privados.
Pero esta insoportable moral del diputado venal, al socializar la venalidad, confunde intencionadamente las actividades compatibles con las incompatibles en una condición parlamentaria. No es lo mismo pronunciar conferencias, participar en tertulias o dar clases universitarias que participar en gabinetes jurídicos, formar parte de direcciones ejecutivas o asesorar empresas. Puede ser discutible que los primeros simultaneen su trabajo en el Parlamento con estos trabajos privados, y lo es, pero es indiscutible que los segundos traspasan la raya de lo que es éticamente admisible en quien ocupa un escaño por voluntad popular.
Si nadie es obligado a ser diputado, todo lo contrario, y si los sueldos de la inmensa mayoría de los españoles se encuentran muy por debajo de los europeos, no es comprensible que los diputados venales argumenten que tienen que ser retribuidos al mismo nivel que la empresa privada o los parlamentos de la Unión Europea. Máxime en una crisis económica como la que estamos padeciendo. Sin olvidar, sobre todo, que deben ser representantes de la soberanía popular y no correas de transmisión de intereses empresariales, multinacionales o financieros.
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