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La Internacional de las Artes Modestas desembarca en Sevilla

Hervé Di Rosa. 18ª etapa de la investigación sobre los cruces entre artesanado, cultura de masas, marketing y genio

ANDRÉS PÉREZ

El taller parisino de Hervé di Rosa todavía está repleto. El escondrijo luminoso y oculto en el barrio más meteco, críptico e impenetrable del norte de París sigue rebosando de amigos y de obras. Un intestino incrustado en cuerpos de gigantes y cabezudos se cruza con un robot metálico, a la vez espacial y africano. Hervé di Rosa, ese humano madurito que pinta y pinta rodeado de otros amigos humanos en medio del lío, está a punto de irse. Listo para abandonar París rumbo a Sevilla. Y no para perder

silla alguna, sino para iniciar la que será la 18ª etapa de una investigación artística planetaria.

Tras instalarse durante años en lugares como Foumba (Camerún), Miami (EEUU), Puerto Príncipe (Haití), París-norte (Francia) o Durban (Suráfrica), el artista iniciador de la corriente Figuración Libre en los años ochenta, y hoy abanderado de las Artes Modestas, se dispone a instalarse a finales de mes en Sevilla.

Será la etapa número 18 de un tour mundial muy peculiar, una aventura artística muy particular y también polémica. Le valió, a mediados de los noventa, críticas aceradas del mismo y elitista microcosmos parisino que, en su día, lo ensalzó hasta nubes multimillonarias.

Di Rosa inició la corriente Figuración Libre en los años ochenta

Di Rosa está intentando alcanzar una síntesis preñada de futuro. Busca una especie de fusión entre el arte contemporáneo tal como lo conciben los barrios sofisticados de las capitales sofisticadas, los artesanados populares de todos los rincones del mundo, y la cultura mass media que nos inunda a todos. Con un objetivo loable: descubrir que el genio no forzosamente está donde el mercado y las cotizaciones informatizadas de artistas dicen que está. Tampoco está -el genio- donde los funcionarios de la cultura mundial dicen que está.

Si en Durban Di Rosa trabajó con artesanas que trenzan estatuillas africanas con cables eléctricos recuperados entre la chatarra, si en Bulgaria hizo lo propio con los trabajadores que construyen iconos de rezo ortodoxo -desviados hacia la herejía-,

si en Miami fabricó unas figurillas de poliéster que casi casi podrían regalarse en los McDonalds, ¿qué va a hacer ahora en Sevilla?

Misterio. '¡Bah! Ya veremos. No te olvides de que pasé cinco años antes de producir nada con las artesanas de Durban. Primero hay que llegar y comprender', explica el artista pincel en mano, colilla en el pico, con el típico deje cachondo de los pescadores de su ciudad natal, el puerto de Sète, en el sur de Francia.

Es un colega generacional de Robert Combas y Keith Haring

En las Artes Modestas, todo es modesto. Hasta las mudanzas. Desplazar todo el

follón que siempre arrastra este artista y constructor hasta un punto lejano del planeta podría ser un capricho con grúas, de esos que luego se exhiben en fotos de papel satinado. En realidad, en el caso de Di Rosa, el desplazamiento no cuesta un duro, y es el encuentro entre una pasión y una necesidad.

Pasión: una vuelta al mundo de las Artes Modestas forzosamente debía tener etapa en la tierra-encrucijada entre Africa, Europa y América, esto es la región sevillana. Sobre todo porque Di Rosa

-confiesa- llevaba años esperando poder plasmar su obsesión pro y anti corrida, su fijación por 'una semana santa, que es fervor y Ku Kux Klan', y por el flamenco.

'Lo de la corrida no será en ningún caso un enfoque clasicista. Lo que me interesa es preparar una exposición de fetiches pro y anticorrida para el Museo Internacional de Artes Modestas de Sète', explica el artista.

De momento desconoce qué va a hacer en la capital andaluza

Además de la pasión sevillana, está la necesidad: Di Rosa, como cualquier hijo de vecino, aprovecha que, en este momento, ir a Sevilla le conviene por puro interés familiar. Representa acercarse a su esposa, destinada recientemente a un cargo de la capital sevillana, sin alejarse demasiado de sus hijos. Un apaño, pues.

El artista, colega generacional y artístico de Robert Combas y Keith Haring, se autodefine más como un especialista de las formas y de los materiales que como un pintor o un escultor. Cosa que no le impide ser un creador de primera línea, expuesto en galerías y museos de todo el mundo. Eso sí: como artista plástico, tiene una particularidad.

Reconoce la calidad artística de todas sus fuentes de inspiración, desde el trabajador de un gabinete de diseño de mecheros, hasta el artesano de la madera y los clavos en Camerún, pasando por los dibujantes de máscaras mortuorias mexicanas. Buena compañía para los penitentes de las procesiones sevillanas.

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