Este artículo se publicó hace 15 años.
Irán espera el dictámen del Consejo de Guardianes tras una nueva noche de violencia
Irán aguarda el dictámen del Consejo de Guardianes, que debe validar los controvertidos resultados electorales, denunciados por la oposición como fraudulentos y que han desatado la violencia en las calles.
La decisión no se espera más que como trámite formal, pues casi nadie prevé que el citado Consejo escuche las quejas del candidato de la oposición, Mir Husein Musaví, quien el domingo denunció formalmente el fraude y pidió a los Guardianes que anularan los comicios.
En una carta enviada a este órgano integrado por seis clérigos y seis civiles, la mitad de ellos elegidos de forma directa por el líder de la Revolución, ayatolá Ali Jameneí, el opositor reformista acusaba al Ministerio de Interior y a su rival, el presidente Mahmud Ahmadineyad, de influir en los resultados.
Pero desde la fundación hace treinta años de la República Islámica, el poderoso Consejo de Guardianes nunca ha tomado una decisión de tal envergadura.
Mientras llega el esperado veredicto, Musaví ha instado a sus seguidores a manifestarse de forma pacífica en las calles del país, tomadas por efectivos de la Policía y de las milicias de voluntarios islámicos "Basij".
Para esta misma tarde está anunciada una nueva manifestación de la denominada "marea verde" en una de las principales arterias de la ciudad, aunque las autoridades han prohibido las protestas.
Anoche, las protestas volvieron a devenir en enfrentamientos con escenas de batalla campal.
Contenedores y neumáticos incendiados, mobiliario urbano destrozado, patrullas de milicianos "Basij en moto, armados con palos e incluso con pistolas y puestos de control colocados en puntos estratégicos de la ciudad.
Las protestas, que se extienden por el país al grito de "muerte al dictador" y "abajo el Gobierno golpista", comienzan a tener un aroma similar a las que desataron la revolución islámica que en 1979 desalojó al último Sha de Persia, Mohamad Reza Palehvi, según los propios iraníes que vivieron el desmoronamiento de aquel régimen.
Miles de familias iraníes salieron a la puerta de la casa o simplemente se asomaron a las ventanas para manifestar su descontento, al tiempo que el grito de "Alahu Akbar" (Dios es el más grande) resonaba en toda la ciudad como en los días de la revolución.
El fraude, que la oposición no ha podido explicar de forma suficiente al hallarse silenciada, es negado de forma reiterada por Ahmadineyad, a quien el Ministerio de Interior le otorga la victoria con el 62 por ciento de los votos.
Las páginas web de los candidatos reformistas han sido bloqueadas, otras como "Facebook" o "Youtube" son inaccesibles en Irán, y el periódico afín a Musaví ha dejado de aparecer en los quioscos.
El domingo, en una multitudinario rueda de prensa en Teherán, el presidente afirmó que el país "la situación está bien" y culpó a la prensa internacional de injerencia en los asuntos internos de Irán y divulgar un imagen falsa del país.
Minimizó la importancia de los disturbios al compararlos con la reacción de los aficionados de un partido de fútbol cuando su equipo pierde un partido, y pidió a los medios extranjeros que no se preocuparan porque en Irán "hay cien por cien de libertad".
Después, en un baño de masas en el centro de la capital, prometió mantener su políticas, en especial el controvertido programa nuclear, y se jactó de no temer ningún tipo de acción punitiva contra su país.
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