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Irlanda dice 'sí' al Tratado de Lisboa

Con una mayoría 'convincente', así ha expresado el Ministro de Exteriores  el poyo de los rilandeses a la reforma de la UE

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Quince meses después del primer referéndum, Irlanda decidió cambiar por completo de opinión . El carácter indomable de sus habitantes y sus reticencias al poder de Bruselas quedaron aparcados ante el peso de la crisis económica y financiera, de la que Irlanda no puede salir por sí sola.

El veredicto de los votantes fue inapelable. El 67,1% votó a favor del Tratado de Lisboa y el 32,9% en contra. En junio de 2008, el no había ganado con el 53,4% de los votos.

El incremento de la participación fue la primera razón del vuelco . Alcanzó el 58%. Los cinco puntos de aumento cayeron en su mayoría en el bando del sí. Además, muchos de los que antes se opusieron al tratado cambiaron el sentido de su voto. Varios distritos de Dublín donde en 2008 ganó con claridad el no acabaron el día con un porcentaje de votos afirmativos cercano al 70%.

En algunos distritos fronterizos con el Ulster los baluartes del Sinn Féin, único partido con representación parlamentaria que rechazaba el tratado, se repitió el mismo resultado. Sólo en dos de las 43 circunscripciones hubo mayoría de votos negativos.

'Ha sido un gran día para Irlanda y para Europa', dijo ayer el primer ministro, Brian Cowen. Pocos irlandeses creen que estos días sean grandes en cualquier sentido. Cowen tiene el dudoso honor de presidir el Gobierno más impopular de la historia de la República. Sin embargo, esta vez los votantes no utilizaron las urnas para castigar al Gobierno del conservador Fianna Fail ni provocar la dimisión de Cowen, como pedían los grupos euroescépticos.

No lo hicieron a pesar de que en las próximas semanas, las autoridades tienen previsto aprobar un aumento de impuestos y reducción del gasto público en programas sociales que puede causar protestas masivas por todo el país.

Irlanda se ganó el apodo de tigre celta por su espectacular expansión económica de la última década, casi similar a la de los países asiáticos. El estallido de la burbuja financiera y el posterior aumento del paro, que se ha multiplicado por tres en poco más de año y medio, han dejado al tigre sin garras y sin dientes.

Los partidos del Gobierno y la oposición insistieron una y otra vez en que el país necesita desesperadamente a Europa para salir de la crisis. El mensaje surtió efecto. 'Estoy sorprendido por el margen de la victoria del sí', dijo Declan Ganley, líder del grupo euroescéptico Libertas. 'Eso demuestra lo asustada que está la gente'.


Gerry Adams, del Sinn Féin, aceptó el resultado, pero apuntó que no va a resolver los problemas del país. 'Desgraciadamente, la gente que está en el paro seguirá en el paro mañana por la mañana, y los más desfavorecidos continuarán sufriendo los efectos de la política económica del Gobierno', dijo Adams.

Los partidos del Gobierno justificaron la victoria en las garantías obtenidas en las negociaciones con Bruselas que justificaron la convocatoria de un segundo referéndum. Los partidos de la oposición prefirieron felicitarse por el sentido común del votante. 'El mayor obstáculo de la campaña fue la impopularidad del Gobierno', dijo el laborista Eamon Gilmore. 'El sí ganó a pesar de la ira y frustración de la gente contra el Gobierno'. Los líderes de la oposición se batieron por todo el país a diferencia del primer referéndum. Dejarlo todo en manos del Gobierno hubiera originado otro fracaso.

Bruselas respiró aliviada acostumbrada como está a corregir los errores en las segundas oportunidades. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, interpretó el resultado como un éxito de la propia UE, un punto de vista que no compartirán muchos irlandeses: 'Veo el sí como un signo de confianza del electorado irlandés en la Unión Europea y de que Irlanda reconoce el papel que ha jugado la UE en la respuesta a la crisis económica', explicó Barroso.

El primer pago del sí se hará efectivo cuando el Banco Central Europeo contribuya al rescate de los moribundos bancos irlandeses. La factura llegará hasta los 54.000 millones de euros.

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