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"Iron Man", cine de entretenimiento que sí entretiene

EFE

La sobreexplotada fuente de inspiración del cómic prometía pasar factura a "Iron Man", el superhéroe sin superpoderes que, sin embargo y con la ayuda del carisma crápula de Robert Downey Jr., se traduce en una impecable maquinaria de entretenimiento.

En esta ocasión, el hálito de serie B que arrastra siempre la adaptación de viñetas no ha atrapado a ningún distinguido director, pero Jon Favreau, sin ser el Tim Burton de "Batman" (1989), el Ang Lee de "Hulk" (2004) o el Sam Raimi de "Spiderman", consigue dar dignidad a su producto, que se estrena esta semana en todo el mundo.

Tras haber dirigido producciones simplemente resultonas como "Elf" (2003), el también actor Favreau acerca el héroe hasta la actualidad, traslada su germen de Vietnam a Afganistán y reflexiona, con levedad pero aún así se agradece, sobre la responsabilidad de los fabricantes de armas en los conflictos bélicos.

Y así, sin personalidad pero con oficio y ayudado de un reparto en el que brilla un rehabilitado pero aun así seductor Robert Downey Jr., consigue llevar a buen puerto, carencias incluidas, el resultado global de la ambiciosa propuesta de "Iron Man".

Los toques de distinción de la viñeta original permanecen intactos: el personaje que les ocupa es fruto de un avance tecnológico, de la habilidad de hacerse a sí mismo y no de un don ni de un accidente. Esta fórmula, que ya funcionó en "Batman Begins" (2004), potencia la humanización del superhéroe.

Y es que el perfil psicológico de Tony Stark, el revés humano del hombre de hierro, es de los más atractivos que jamás creó Marvel. No por su carácter taciturno, como sus hermanos murciélagos y arácnidos, o por sus bondades -que se llevan los momentos más flojos del guión- sino por su egolatría y su vanidad, rasgos que los guionistas han querido comparar con el mismísimo Howard Hughes.

"Iron Man" es lo suficientemente sabia para centrase, aun a sabiendas de que descuida otros aspectos, en una exhaustiva introducción al personaje principal, articulada con diálogos dinámicos e incluso brillantes y, esta vez sí, adornada con efectos especiales hábiles en la tarea cada vez más difícil de sorprender.

Los descuidos, en cambio, afectan a tres ejes fundamentales de toda historia de superhéroe: la chica, Pepper Potts, a pesar de la sensibilidad de Gwyneth Paltrow; el villano, desperdiciado en la piel de Jeff Bridges, y la acción, que es demasiado convencional.

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