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Ishinomaki, ante la tarea titánica de limpiar toneladas de escombros

EFE

Con más de 5.000 muertos o desaparecidos y 28.000 casas destruidas, la ciudad de Ishinomaki, barrida por el tsunami del 11 de marzo, se enfrenta a la titánica tarea de limpiar toneladas de escombros y empezar de cero con la ayuda de un millar de voluntarios.

Solo hace cinco días que los vecinos de Ishinomaki, una ciudad de unos 180.000 habitantes en la provincia japonesa de Miyagi, comenzaron a recibir gasolina, lo que ha devuelto un ligero pulso al lugar después de tres semanas prácticamente paralizado.

"Al menos la gente ahora puede desplazarse para buscar alimentos", explicó hoy a Efe Takashi Yamamoto, jefe de operaciones de la ONG Peace Boat en Ishinomaki.

Pese a su experiencia en otros desastres, Yamamoto asegura no haber visto nunca este nivel de devastación.

En el camino que lleva hasta Ishinomaki, casi nada hace pensar en la magnitud de la tragedia ocurrida a unos pocos kilómetros: sólo los camiones militares y los que llevan ayuda humanitaria dan a entender que hay una emergencia.

Una vez cerca de la costa se suceden las imágenes de casas destrozadas por la fuerza del agua, coches aplastados o semienterrados en el barro y barcos que de pronto aparecen entre las casas y las calles.

Aunque ha pasado casi un mes desde la tragedia, en la zona próxima al puerto todo sigue destruido, mientras las carreteras están limpias y toneladas de escombros se amontonan a los lados.

En pocos minutos, el tsunami dejó aquí la misma cantidad de escombros que la ciudad hubiese generado en 26 años, explica a Efe un voluntario en la zona afectada.

Las autoridades no se plantean incinerar los desperdicios, sino trasladarlos a diferentes lugares para que se procesen.

Será un proceso largo y costoso, ya que la ciudad se ha quedado sin equipos de emergencia, el ayuntamiento tiene una actividad muy limitada y cuatro estaciones de bomberos fueron barridas por las olas.

Los habitantes de Ishinomaki sólo tuvieron diez minutos para intentar escapar de un tsunami que convirtió el río Kitakami, que atraviesa la ciudad, en una trampa mortal.

"Lo que ahora mismo hace más falta son voluntarios", dice Yamamoto desde la Universidad de Senshu, habilitada como centro de coordinación de la ayuda.

Además del Ejército, por ahora hay un millar de voluntarios que trabajan en Ishinomaki pero se teme que, ahora que concluyen las vacaciones, su número se reduzca significativamente.

Además de limpiar escombros, su trabajo es repartir comida entre los cerca de 8.000 evacuados en más de 140 refugios en la zona.

Cada día los refugiados reciben de los militares dos boles de arroz, pan y sopa de miso, aunque las ONG intentan completar el menú con más comida caliente.

"Necesitamos aceite, verduras y vasos de papel", explica un voluntario, que pide además grandes sacos de plástico para trasladar los escombros.

Unos 700 refugiados se alojan desde el tsunami en el liceo Kadowaki. Su director, Akira Akama, explica que la mayoría son familias a las que la tragedia dejó sin nada, aunque también abandonaron sus casas porque carecían de agua, gas y electricidad.

"El agua inundó el primer piso y dañó el segundo, tuvimos que venir con los evacuados porque carecemos de suministros", explica con resignación una mujer que sostiene a su nieto de pocos meses a las puertas del colegio refugio, aún con varios cristales rotos.

"No tenemos ni idea de cuánto tiempo tendrán que quedarse aquí", dice Akama, que señala que probablemente lo que van a necesitar a medio plazo es atención psicológica pues lo han perdido todo.

Desde la colina del parque Hiyoriyama el panorama es desolador: de lo que antes era una fábrica de papel no queda prácticamente nada y lo que hay es una explanada de escombros donde sólo se mantienen en pie unos pocos edificios.

En la isla cercana a la desembocadura del río, la gran ola se llevó por delante todo lo que encontró a su paso. Sólo el edificio de Museo de Manga Ishinomori, dedicado al dibujante Shotaro Ishinomori, ha sobrevivido y se levanta solitario como una nave espacial.

Los refugiado viven estos días con la ayuda distribuida por el Ejército y las ONGs y desconocen cuándo tendrán un techo propio, pero muchos no quiere volver a vivir cerca del mar.

El ayuntamiento, aunque con una actividad muy limitada, planea construir casas temporales en un terreno hacia el interior, aunque "para ello se necesitarán cuatro o seis meses", dijo a Efe Yamamoto.

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