Público
Público

Izquierda pura o ultraderecha, la incógnita del tercer puesto

El izquierdista Mélenchon apuesta por enarbolar la 'revolución cívica' contra los mercados y rechaza la contención del gasto púbico frente a la crisis. La ultra Le Pen, que propone el regreso al franco y la

ELENA HERRERA

Salvo sorpresas de última hora, la izquierda de la izquierda, encarnada por Jean-Luc Mélenchon y la ultraderecha, con Marine Le Pen como candidata, están llamadas hoy a jugarse el tercer puesto en la primera vuelta de la carrera al Palacio del Elíseo.

En un sondeo publicado este viernes en Le Monde el aspirante del Frente de Izquierda (FI) aparece dos puntos por debajo de Le Pen, que lograría un 16% de apoyos. Una cifra que deja a la candidata de extrema derecha lejos del histórico resultado que logró su padre en 2002, cuando apartó a los socialistas del primer asalto y sumió al partido del hoy candidato François Hollande en una auténtica travesía del desierto.

Su discurso de viejo revolucionario, aunque no por ello menos fresco o actual, sus dotes para la oratoria y su apuesta por una Francia que mire al futuro 'desde la izquierda' en una Europa cada vez más servida a la 'doctrina neoliberal' han convertido a Jean-Luc Mélenchon (Tánger, 1951) en la sensación de la campaña.

El candidato del Frente de Izquierda, que en enero ocupaba la quinta posición, ha remontado diez puntos porcentuales en tres meses. Ahora, la mayoría de las encuestas le otorgan alrededor de un 15% de los votos.

Mélenchon, apoyado por el sindicato CGT y por el Partido Comunista Francés (PCF) en un gesto sin precedentes desde 1974, ha protagonizado mítines multitudinarios en las principales ciudades de Francia, incluido un acto en la Plaza de la Bastilla de París al que acudieron 120.000 personas.

En estas citas ha ensalzado la necesidad de enarbolar la 'revolución cívica' contra los mercados y se ha desviado del discurso único de contención del gasto frente a la recesión.

Entre otras medidas, apuesta por la regularización de los inmigrantes indocumentados, la multiplicación por dos del presupuesto de investigación o por que se lleven a cabo nuevas contrataciones en el sector de la educación. Aunque es defensor del euro, propone un referéndum sobre el tratado presupuestario europeo.

También apuesta por la modificación de los estatutos y misiones del Banco Central Europeo para que dé préstamos de bajo interés directamente a los Estados.


Descendiente de un empleado de correos y de una profesora francesa de origen español, Mélenchon ha buscado presentarse a sí mismo como la voz de los trabajadores y de las clases medias empobrecidas, de los parados, de los jóvenes y de los indignados, es decir, de los que sufren con más dureza la embestida de una crisis económica de la que no se ven responsables.

Esta actitud contrasta con lo que cuentan de él algunos de los periodistas que siguen la campaña francesa, que han censurado en no pocas ocasiones su trato áspero con la prensa. De hecho, ha tenido algunos encontronazos con reporteros que han causado revuelo en los medios.

El que fuera ministro de Educación en el Gobierno socialista de Lionel Jospin, apuesta por retirar el poder a los bancos y a los mercados financieros para evitar las deslocalizaciones de empleos y la especulación, suprimir el 'escudo fiscal' que limita los impuestos de los más ricos o subir el salario mínimo hasta los 1.700 euros mensuales.

Consciente de su escalada en el número de apoyos, el propio presidente saliente, Nicolas Sarkozy, ha ensalzado la figura de Mélechon como estrategia para debilitar en el primer turno a su adversario real, el socialista François Hollande.

Según informa el diario Le Monde, en el equipo de Mélenchon todavía hay quien sueña con colarse en la segunda vuelta -que se celebrará el 6 de mayo- si bien el objetivo realista pasa más por convertirse en el tercer hombre y relegar al cuarto lugar a la ultraderechista Marine Le Pen. Un objetivo que tampoco se antoja sencillo teniendo en cuenta la remontada de la candidata ultra en los últimos sondeos.

Que la izquierda del Partido Socialista (PS) lograra un 15% de sufragios sería toda una hazaña, aunque un resultado algo inferior estaría lejos de verse como un fracaso, más aún teniendo en cuenta la marca obtenida por el FI en 2007, cuando Marie-George Buffet logró el 1,93% de los votos.

Si, como todo parece indicar, Mélenchon no pasa a la segunda vuelta, ya ha anunciado que hará una llamada al 'voto contra Sarkozy'. Del respaldo que hoy le otorgen las urnas se deducirá la influencia que el FI podría tener en el hipotético regreso de la izquierda al poder en Francia después de 17 años.

En las antípodas de Mélenchon está Marine Le Pen (Neuilly-sur-Seine, 1968), candidata del ultraderechista Frente Nacional (FN) y aspirante también a lograr el tercer puesto. Empeñada en forjarse una carrera política independiente a la de su padre y en despojar a su formación del halo de 'partido desagradable', esta exabogada focaliza su discurso en el apoyo de los descontentos con la clase política.

Ha intentado moderar el discurso de su partido y aunar las diversas sensibilidades que confluyen en el FN, aunque sin dejar de lado el fondo retrógado que marcó su progenitor, conocido por sus posiciones xenófobas y antisemitas. Así, mantiene la cruzada contra el islam, el proteccionismo y el regreso al franco como ejes de su pensamiento político.

Su gran destreza mediática la ha convertido en una rival de nivel en los debates televisivos. En ellos, y en todos sus actos de campaña, ha utilizado el mantra de la crisis económica para insistir en la necesidad de forzar la salida de Francia de la Unión Europea y el retorno a las fronteras nacionales.

Le Pen apuesta también por conseguir el  equilibrio presupuestario en 2018. Conocida activista anti-inmigración apuesta por reducir a 10.000 el número de inmigrantes que entran a su país cada año, suprimir la agrupación familiar de los inmigrantes y la nacionalidad por derecho de suelo o expulsar a los extranjeros que no tengan papeles.

Asimismo, defiende dar prioridad a los franceses en el acceso al empleo y a los subsidios sociales o hacer un referéndum sobre el restablecimiento de la pena de muerte. Presume del tirón que tiene en los jóvenes y no duda en definirse a sí misma como la 'candidata antisistema' que defiende la nación francesa pero desprecia a sus gobernantes.

Cuando las urnas digan finalmente quién se queda con el tercer puesto, comenzará otra batalla, la de los principales candidatos, presumiblemente Sarkozy y Hollande, buscando apoyos de cara a la segunda vuelta. Y entonces, a Mélenchon y Le Pen es posible que solo les quede dejarse querer.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias