Este artículo se publicó hace 16 años.
José Antonio Alonso: el amigo tranquilo del presidente
El ascendiente de Alonso sobre el presidente es mayor de lo que se cree
Cuando José Bono salió del Ministerio de Defensa, en 2006, él entró por la puerta grande de la cuarta planta de Castellana 109 y le cogió el relevo del mando de los tres ejércitos. Hoy todo parece indicar que José Antonio Alonso (1960) y Bono entrarán juntos en el Congreso de los Diputados para ocupar, respectivamente, la portavocía del grupo parlamentario socialista y la presidencia de las Cortes. Su relación, simplemente cordial, está desde ya en el punto de mira. Sólo hay que recordar cómo llevó cada uno su mitad de legislatura al frente de Defensa. La austeridad del de León frente a la grandilocuencia del de Albacete.
Pero no hay que confundir: José Antonio, Toño, Alonso, es, efectivamente, tranquilo, discreto y poco amigo de invadir los medios, pero en sus apariciones públicas es resultón, cercano, buen orador, convincente y, en consecuencia, uno de los ministros mejor valorados del primer Gabinete de su amigo Zapatero. El presidente, entonces líder de la oposición, demostró con el tiempo que no se equivocaba cuando apostó por él en las Navidades de 2003 y le llamó para pedirle que encabezase la lista de León de un PSOE todavía en la oposición.
El magistrado Alonso, desde su puesto de portavoz de Jueces para la Democracia, se debatió entre este mundo y el de la política, que le atraía irremediablemente pero que conllevaba un cambio radical de vida para su joven familia, con un niño de meses. Sin embargo, el animal político venció y el hoy ministro de Defensa en funciones no defraudó a su amigo de juventud. Los resultados de las últimas elecciones lo confirman, con un PSOE que recauda votos en la provincia de León de forma imparable y un PP que se estrella perdiendo casi diez mil desde 2004.
Alonso intuía que, si ganaba el PSOE -fue de los grandes convencidos del éxito del efecto ZP-, con el acta de diputado vendría un ministerio. No se equivocó y Zapatero lo puso en Interior durante dos años. Allí elevó su discreción a la máxima potencia hasta que se fue a Defensa, en donde entró con reservas pero fue soltándose y revelándose como uno de los miembros más eficaces y mejor comunicadores del Consejo de Ministros. Su ascendiente sobre el presidente es, además, mayor de lo que se cree.
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