Este artículo se publicó hace 15 años.
Karzai necesita otra ronda electoral a causa del fraude
La Comisión de Quejas se dispone a anunciar los datos electorales reales. Intensas gestiones diplomáticas para que el presidente afgano acepte la segunda vuelta o un Gobierno de unidad
La evidencia del fraude en las elecciones afganas cerró ayer el cerco a Hamid Karzai. Cuando se esperaba el anuncio inminente de los resultados definitivos de los comicios, el presidente se resistía aún a aceptar el dictado real de las urnas.
De acuerdo con el recuento parcial ordenado por la Comisión de Quejas Electorales el organismo de control avalado por la ONU todo apunta a que Karzai no obtuvo el 54,6% de apoyo que reclama, sino que puede que ni siquiera llegara al 50% de votos. Un dato que de confirmarse le obligaría a concurrir a una segunda vuelta contra su principal rival, Abdullah Abdullah.
Una situación difícil de aceptar para quien se daba ya por vencedor, y que obligó ayer a multiplicar las presiones diplomáticas internacionales para hallar una salida honrosa al embrollo en el que se encuentra Karzai y con él sus valedores occidentales.
Hillary Clinton llamó ayer a Karzai para intentar que entre en razón
Durante todo el día, el presidente afgano recibió varias llamadas, incluida la de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, para forzarle a aceptar los datos electorales definitivos. Según expertos citados por Reuters, la única alternativa aceptable si Karzai se niega a concurrir a una segunda vuelta es la formación de un Gobierno de unidad nacional para el que se debería contar con el beneplácito de Abdullah Abdullah.
Clinton no fue la única que trató de convencer a Karzai. Al jefe de Estado afgano le llovieron ayer las llamadas, como confirmó sus propio gabinete. Desde el primer ministro británico, Gordon Brown, al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, pasando por el presidente paquistaní, Asif Alí Zardari.
Horas antes de que se conocieran esta gestiones diplomáticas, el portavoz de Karzai había dado a entender que éste no aceptará la invalidación de parte de los votos. El miembro del equipo del presidente acusó acto seguido a la Comisión de Quejas Electorales de estar "políticamente manipulada".
"Desde la llegada de los españoles hay más violencia", dice un joven afgano
Mientras las élites se enfrentan en Kabul por el poder, la población de las provincias permanece ajena a la trifulca, preocupada por la mera supervivencia diaria y el temor a la violencia talibán. En Herat, la carretera que conduce al distrito de Shinwashan está prácticamente desierta; sólo unas pocas furgonetas abarrotadas de lugareños con turbante o burka circulan esquivando socavones intransitables.
Son los dominios del difunto Ghual Yahyá Akbar, el llamado talibán tayiko y azote de las tropas españolas, confinadas a unos pocos kilómetros en la base de ISAF en Herat. Desde aquí, los hombres de Yahyá lanzan cohetes hacia la base y aterrorizan a la población con robos y secuestros.
Los odiados extranjerosMcChrystal señala que la guerra se perderá si no se envían más tropas
A pesar del buscado disimulo y del atuendo afgano, un anciano con barba blanca nos desenmascara y nos emplaza a dar media vuelta. "Aquí los extranjeros no son bienvenidos", grita junto a sus dos nietos. Se une al grupo un joven en motocicleta. Luce unas gafas con cristales de espejo que nos devuelve la imagen de foráneos de paso. "¿Españoles? no queremos a las tropas españolas aquí" dice en un perfecto inglés. "Desde que han llegado tenemos más inseguridad y hay más violencia. Antes aquí no había talibanes, siempre había sido un lugar tranquilo. Espero que los extranjeros se vayan", concluye.
El odio afgano contra todo lo forastero es legendario. Como cuenta el escritor polaco Wojciech Jagielski, ya en el siglo XIX el emir Abdur Rhaman llegó hasta el delirio de instalar carteles en las fronteras que rezaban "prohibida la entrada a los extranjeros". Dos siglos más tarde hay unos 100.000 soldados de 42 nacionalidades bajo la coalición ISAF de la OTAN repartidos por sus 652.000 km cuadrados,.
"Hay que agradecerles a los extranjeros su generosidad. Han donado muchísimo dinero a los afganos", dice Amandah, una profesora de inglés de una escuela de Herat (EEUU ha donado 13 billones de dólares desde 2001). Sabe que gracias a la ayuda humanitaria, el número de niños escolarizados se ha multiplicado por seis (35% son niñas), según datos de UNAMA, la misión de Naciones Unidas en Afganistán. El 85% de la población vive ahora en distritos con servicios médicos y los proyectos de desarrollo rural han llegado a 32.000 pueblos afganos.
"No se pueden matar a todos los talibanes", dice el portavoz de la ONU
Sin embargo, la ayuda internacional no siempre está bien administrada. El general McCrystal, máximo jefe militar estadounidense en Afganistán, lo ha denunciado en su polémico informe al presidente Obama, en el que afirma que "la corruptela está extendida y hay abusos de poder" a todos los niveles. Las instituciones son débiles y a menudo las dirigen políticos designados a dedo. Aún hoy en día el 80% de la Justicia se administra por las shuras, los consejos de ancianos, mucho menos deshonestos que la justicia habitual.
Donde hay más corrupción es en la Policía, según Gerald Parks, un militar estadounidense retirado que entrena a miembros de este cuerpo. Ni la Policía ni el Ejército están preparados para hacerse cargo de la seguridad. "En Afganistán estamos atrapados, como en Catch-22 (la novela de Joseph Heller, 1961). Ni podemos quedarnos ni podemos irnos", explica. "Hemos cometido muchos errores, pero si nos vamos ahora, todo nuestro es habrá sido en vano", advierte.
La estrategia talibánLa vía militar se agota; la única salida es la reconciliación
Según McCrystal, sin más tropas la guerra se perderá. Los talibanes controlan ya una tercera parte del país, según el escritor y experto en Afganistán Ahmed Rashid, y se han hecho especialmente fuertes en los bastiones pasthunes de Kandahar y Helmand, en el sur. Su estrategia consiste en lograr adeptos entre los decepcionados, los desempleados y los oportunistas, ofreciendo empleos en el cultivo del opio o reclutando para las milicias, donde se gana mucho más dinero que trabajando para el Gobierno.
Para solucionar el conflicto "no se pueden matar a todos los talibanes", argumenta el portavoz de la ONU en Kabul, Dan McNorton. La vía militar se agota y la reconciliación debe ser uno de los objetivos prioritarios del nuevo Gobierno, porque "tarde o temprano tenemos que encontrar una solución política. Nosotros vamos a apoyar a al administración afgana para encuentre las vías necesarias que lleven a la negociación", explica.
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