Lara afronta su primer examen con un pronóstico incierto

Las de hoy podrían ser para IU las elecciones perfectas. Con un "neoliberalismo salvaje" hecho (supuestamente) añicos, con un Gobierno acosado por la crisis, con la patronal presionando para reformar el mercado laboral, con cuatro millones de parados esperando una esperanza. Con una organización, Izquierda Unida, más unida que nunca. Y sin embargo, no es así. El escenario bucólico vuelve a escaparse.

IU y su socio, ICV, corren el riesgo de perder su suelo en Europa: el 4% de los votos y sus dos escaños. Eso vaticinan algunas encuestas, empezando por la del CIS. Pero IU se ha conjurado contra los números. El candidato, Willy Meyer, ni ha mencionado los sondeos. No se los cree: todo dependerá de la abstención, que ha tratado de neutralizar.

Él y su jefe, Cayo Lara, que hoy afronta su primer gran examen electoral tras alcanzar la cumbre de IU el 14 de diciembre. Aunque la víctima inmediata, en caso de bajada, sería el número dos, Raül Romeva. En ICV, de hecho, están "inquietos" por el eventual derrumbe de IU y por el "poco énfasis" que ha hecho en el programa verde.

Meyer ha seguido una campaña in crescendo. Tibia, casi fría, en la primera semana y mucho más intensa, emotiva, en el tirón final. Su mensaje y el de Lara apenas ha variado: hay que "castigar a los culpables de la crisis", a PP y PSOE, dar una lección a los "poderosos", decirles que "no todo va bien", que no pueden seguir "apretando" a los trabajadores. A la derecha, dijeron, "sólo se la barre con políticas de izquierda".

IU optó por el camino difícil. Salir de la "campaña de la vergüenza" de PP y PSOE. Obviar el aborto, el Falcon o la Gürtel para centrarse en la "propuesta, propuesta, propuesta" sobre Europa. De ahí la carta a López Aguilar y a Mayor. Nunca contestaron.