Este artículo se publicó hace 15 años.
Laura Restrepo rescata las palabras del pasado
La autora colombiana recrea los ecos de la dictadura argentina en su nueva novela
"Todo el mundo tiene derecho a pensar que su padre fue un buen tipo". Con este epígrafe, cita de la novela Dibujos animados, de Félix Romeo, Laura Restrepo (Bogotá, 1950) abre Demasiados héroes (Alfaguara), un libro en el que traza un auténtico laberinto psicológico, plagado de incomprensiones, medias verdades, ilusiones... Mateo es hijo de una militante izquierdista durante la dictadura argentina y no conoce a su padre, otro revolucionario al que espera desgarrar de las historias edulcoradas y tal vez heroicas que le ha contado su madre, Lorenza. Lejos de la ideología de su progenitora, el adolescente aspira a encontrar a su padre, más que un héroe, un hombre de carne y hueso.
"Mateo es un joven aporreado por la actividad militante de la madre y por la desaparición del padre", describe con contundencia Laura Restrepo. Y el chico tiene que recurrir a su madre para reconstruir su propio pasado. Pero la madre le esconde ese gran secreto. "Más que la ausencia del padre, a Mateo le duele el silencio de la madre". No logra entender por qué no tiene una interioridad. Ahí está la explicación: "Lorenza se ha curtido en una militancia que exigió cada una de sus neuronas contra un enemigo claro, la dictadura". Al desaparecer ese enemigo... descubre que ella y su hijo son dos desconocidos.
El niño es un elemento básico en la narración, porque permite a la autora dar un enfoque actual. El hijo plantea una cuestión fundamental: hasta qué punto los combatientes contra la dictadura se vieron marcados por los métodos del enemigo. "A mi padre lo desaparecieron, dice Mateo, y así asocia su situación con la de los desaparecidos de la dictadura", explica la colombiana.
El poder de la palabra"Es una novela sobre la escritura", dice la autora. Pasado que no ha sido amansado con palabras no es memoria, es acechanza, se lee en sus páginas. Restrepo reclama la necesidad de convertir en palabras el pasado. "La idea de que tienes un episodio colectivo negro en el pasado y que no lo has domesticado con la palabra es inquietante, porque es como tener el fantasma todavía respirando detrás de ti". Eso ha pasado en España, ha pasado en Argentina, ha pasado en tantos otros lugares.
"Yo necesitaba escribir la novela", admite. "Descubrir cómo nombrar lo innombrable, cómo nombrar lo olvidado, cómo nombrar lo que estaba prohibido nombrar. Porque lo primero que hace la tiranía es despojarte de palabras, prohibírtelas. He querido recuperar la libertad y el sabor de la propia juventud a través del lenguaje"
La novela tiene mucho de autobiográfico, ya que Restrepo vivió aquellos años en la clandestinidad. Por ello, para sacarse la espina y relatar aquel "episodio oscuro" sigue un proceso de desenmascaramiento continuo: "Lorenza se encuentra con que todo el mundo miente, con que la clandestinidad es un teatro".
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