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El legado de excesos de Imelda Marcos convertido en una ruta turística

EFE

Los excesos y vivencias de la más famosa y polémica mujer de Filipinas, Imelda Marcos, durante la época en la que empleó el poder de su marido, el dictador Ferdinand, quedan retratados por una muestra convertida en senda del turismo.

"Quiero explicar la historia de Filipinas en los setenta, los tiempos de la guerra fría y la Ley Marcial instaurada por Ferdinand Marcos entre 1972 y 1981 a través de la mujer que definió aquella época: Imelda Romualdez Marcos", dice a Efe Carlos Celdrán, guía y creador del tour "Living la vida Imelda".

Ataviado con un bombín y unas llamativas gafas de pasta, Celdrán conduce a un grupo a varias decenas turistas por el complejo del fastuoso Centro Cultural de Filipinas, buque insignia del conjunto arquitectónico que la viuda del dictador ordenó construir a finales de los años sesenta junto a la bahía de Manila.

Inaugurado en 1969 con la asistencia del entonces gobernador de California, Ronald Reagan, este centro se convirtió en la gran referencia artística de Asia al acoger espectáculos de renombre internacional como los ballets de Rudolph Nureyev.

Con una notable facilidad para capturar el oído del visitante y sus dotes de actor, Celdrán recorre las salas del decadente edificio mientras va retratando con sus explicaciones aquella etapa en la que Imelda se codeaba con presidentes y primeras damas estadounidenses y estrellas de Hollywood.

"Después de visitar el Lincoln Center en Nueva York, Imelda regresó a Manila maravillada y empeñada en hacer algo parecido. Y lo quería en un plazo de dos años con materiales de lujo como el mármol y recargado con todo tipo de ornamentos", explica Celdrán.

Alrededor brotaron algunas de las mayores muestras del gusto de Imelda por la exuberancia, como el mastodóntico Centro Nacional de Convenciones de Filipinas, ahora prácticamente en desuso, o un lujoso palacete construido con la madera de los cocoteros.

"Imelda visitó a unos campesinos y les reprendió porque sus chozas eran feas. Ellos le contestaron que sólo tenían cocoteros y no podían hacer más y la respuesta de Imelda mandó levantar un palacio con materiales extraídos de esos árboles para demostrar que no había excusas cuando se trata de crear belleza", comenta Celdrán.

La otrora primera dama ideó el palacio para acoger al Papa Juan Pablo II en su visita a Filipinas en 1981, pero el Vaticano se negó a que el Pontífice se hospedara en ese pomposo complejo, en un país tercermundista en que una gran parte de la población padecía de malnutrición.

En el Palacio de los Cocoteros sí se alojaron el actor George Hamilton, asiduo a las fiestas de la alta sociedad manileña, la actriz Brooke Shields, y el dictador libio Muamar al Gadafi.

En su relato, Celdrán acompaña la historia de los edificios de comentarios malévolos sobre las infidelidades amorosas del dictador con la actriz estadounidense Dovie Beams y divertidos relatos sobre los encuentros de Imelda con líderes mundiales como Henry Kissinger, Fidel Castro y Muamar al Gadafi.

Otro de los edificios que de mejor forma ilustran el espíritu del reinado de Imelda es el Teatro de Arte Popular, con capacidad para 10.000 personas y construido a petición de la exprimera dama en sólo 77 días para acoger el concurso de Miss Universo de 1974, que coronó a la española Amparo Muñoz.

"Poco antes del evento, Manila sufrió uno de los tifones más fuertes del siglo y una de las primeras medidas que adoptó Imelda fue ordenar pintar de verde los jardines aledaños para el concurso porque las riadas los habían estropeado", relata Celdrán.

Para este guía, Imelda, que a sus 82 años ocupa un escaño en el Congreso, continúa siendo "un personaje inabarcable y su contribución a la identidad nacional filipina es innegable".

"Hizo cosas malas y buenas, pero ignorarla en la historia filipina -añade- sería como no ver a un elefante dentro de una habitación. No es sólo su figura, sino la arquitectura que creó y el desarrollo artístico que floreció bajo su mando", sostiene.

La "Mariposa de Hierro" fue un apoyo fundamental para su marido mientras gobernó el país con puño de hierro entre 1965 y 1986, cuando una revuelta popular apoyada por el Ejército y la Iglesia les obligó a exiliarse a Hawai, donde Ferdinand murió en 1989.

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