Este artículo se publicó hace 12 años.
El libro "Cristina", de Sylvina Walger, traza un retrato inmisericorde de la presidenta argentina
Autoritaria, amarga, pintada como una máscara y rellena de bótox, nueva rica y vulgar en el lenguaje. Esos son algunos de los atributos que adornan a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, según el inmisericorde retrato que dibuja de ella la periodista argentina Sylvina Walger.
En Madrid, donde estos días presenta su libro "Cristina" (ediciones B), que fue un éxito de ventas en Argentina, Walger asegura, en entrevista con Efe, que cuando la conoció por primera vez, allá por 1997, no le cayó mal.
"Podíamos apostar que fuera nuestra Hillary Clinton, una mujer independiente etc. Pero no era así, era influenciable, y después fue tomando vuelo, más poder y más sectarismo", afirma la periodista.
Cristina "no tolera que le discutas algo, y eso es porque ha leído y no ha entendido casi nada, por eso no puedes mantener una discusión con ella, y cuando luego se fue rodeando de una camarilla, la gente normal empezó a odiarla", dice Walger.
En realidad, cuando habla de la mandataria argentina se está refiriendo al "tándem" que formaba con su marido, el anterior presidente Néstor Kirchner, ya que el libro salió en Argentina sólo diez días después de que él muriera en octubre de 2010.
"Él la hace presidenta, y en eso que llamábamos doble comando, él era quien mandaba", continúa la periodista, que no duda en señalar en su libro que "si algo comparte el matrimonio que nos ocupa, no es eso que llaman amor, sino la adicción al poder y a la seguridad que este genera y proyecta".
"Cristina era una mujer de origen humilde, hija de un conductor de autobús, con ansias de salir del suburbio, como si alguien aquí saliera de Móstoles", señala para explicar después su desmedido amor por el lujo y la ropa cara.
Describe cómo el matrimonio empleó el poder para enriquecerse y los compara, con ironía, con el presidente Carlos Menem "que fue quien empezó el latrocinio en Argentina, era un turco ladrón, pero un sibarita y repartía con los amigos, pero éstos se quedan con todo, para ellos y su camarilla, que no pasa de cinco personas".
De Cristina dice que se cree "culta", pero cuenta anécdotas como que, en relación a la posible negociación de la cuantiosa deuda argentina con el Club de París "preguntó si tenía que hablar con Sarkozy".
También la acusa de haber vuelto a resucitar la reivindicación sobre las Malvinas "porque su popularidad está cayendo en las encuestas", lo que se debe, a su vez a que "se está acabando la fiesta de los subsidios".
"Y como lo de las Malvinas le dio resultado, pero no todo el que ella esperaba, se preguntó cuál es la joya de la corona que nos queda, y era YPF" y de ahí la nacionalización.
Y sobre esta última, advierte que "no falta mucho para que ciertos periódicos sean expropiados", pues asegura que el Gobierno de Cristina Kirchner no tolera la oposición.
Esta periodista que fue militante montonera desmonta también el retrato que supuestamente trató de construirse Cristina de mujer comprometida, progresista y feminista.
"Cristina detesta el feminismo y con razón. Aceptarlo le obligaría a reconocer su precaria independencia y su sumisión y obediencia al amo Néstor", señala en el libro.
En el capítulo que ha añadido al libro para la edición en España tras la muerte de su esposo y su exitosa reelección a la presidencia, Walger afirma que "con Cristina, Argentina ha recuperado su impronta melodramática, perdida desde Eva Duarte" y que "una mitad del país se ha dispuesto a protegerla a cualquier precio".
Virginia Hebrero
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