Este artículo se publicó hace 13 años.
La llegada al poder de una mujer carece de valor para feministas de Tailandia
La meteórica carrera política de Yingluck Shinawatra hasta convertirse en la primera mujer tailandesa que asume la jefatura del Gobierno no es para el colectivo feminista un logro hacia la igualdad de género, sino una demostración del peso que tienen las familias poderosas en este país asiático.
Yingluck, de 44 años, era una desconocida hasta que el pasado mayo fue colocada al frente del partido opositor Puea Thai (de los Tailandeses) por su hermano mayor Thaksin Sihanawatra, el magnate que los militares depusieron en el golpe de Estado de 2006 después de que gobernara Tailandia durante casi cinco años.
Formada profesionalmente en empresas del conglomerado familiar, Yingluck está considerada una de las mujeres más ricas de Asia, donde es mayor que en otras regiones el número de mujeres que han desempeñado el cargo de jefa de Gobierno o Estado, en casi todos los casos gracias a la imagen de su progenitor, cónyuge o un familiar.
El calculado salto de la primera ministra a la política con un programa electoral igual al que aupó al poder a su hermano, quien definió a Yingluck como su "clon", ha recibido numerosas críticas de las organizaciones tailandesas comprometidas con la mejora del rol la mujer en la sociedad, de marcado corte machista.
"Yingluck nunca ha hablado desde una perspectiva de género, no se ha preocupado por incluir en su programa políticas de igualdad, únicamente ha mencionado proyectos populistas donde no entra en detalle sobre cómo ayudará a las mujeres tailandesas", explicó a Efe la activista Sutada Mekrungruengkul.
Sutada dirige desde hace dos décadas el Instituto Tailandés para el Desarrollo e Investigación de Género, cuyo cometido es promover las políticas sociales que ayuden a la mujer a equipararse con el hombre en cuanto a derechos, una meta que asegura está muy lejos de conseguir.
"La representación de la mujer en la política tailandesa es amplia si esta la comparamos con la de otros países asiáticos, pero todavía estamos lejos de conseguir una plena igualdad, por lo que nuestros gobernantes seguirán legislando sin tener en cuenta a la mujer" añadió la activista.
Del total de 500 escaños que componen el Parlamento, 79 están ocupados por mujeres, un número reducido si se tiene en cuenta el hecho de que de los cerca de 47 millones de personas con derecho a voto, un 55 por ciento son mujeres, según datos oficiales.
En opinión del profesor Paul Chambers, quien desde hace décadas estudia la sociedad tailandesa, "el parentesco es muy importante puesto que los líderes de los partidos prefieren depositar su confianza en familiares y si no hay varones, entonces en mujeres".
Aparte, de esta forma los dirigentes políticos se aseguran de que alguien más velará por sus intereses particulares, por lo regular relacionados con la expansión de sus negocios.
Durante la campaña electoral, los dos mayores partidos, el Puea Thai y el Demócrata aludieron a programas de ayuda para mejorar la situación de la mujer, pero según señala Sutada, fueron ganchos para atraer votos ya que ninguno hizo "propuestas concretas".
En el ránking que elabora el Foro Económico Mundial para medir la disparidad entre géneros en todo el mundo, Tailandia figura en el puesto 57, tras haber subido en los últimos años varios peldaños a raíz del aumento de la clase media, un fenómeno que ha facilitado la incorporación de la mujer en la vida profesional.
El Instituto Tailandés para el Desarrollo e Investigación de Género considera que a pesar de que ha crecido el número de mujeres con estudios universitarios y formación cualificada para acceder al mercado laboral, todavía estas se topan con numerosos problemas.
Según un estudio realizado entre mujeres de 17 a 41 años por la profesora de Ciencias Sociales de la Universidad de Mahidol, Siriwan Grisuraphon, el 41 por ciento de las residentes en Bangkok, la capital, han sido blanco de la violencia domestica, física o verbal.
Y en las provincias, el porcentaje casos de maltrato contra la mujer roza o supera el 50 por ciento, de acuerdo al citado informe.
Además, el Instituto hace hincapié en el alto número de violaciones y de embarazos indeseados que a menudo condenan a la mujer a practicar el aborto clandestino, le obligan a abandonar a su familia y a buscar ayuda en instituciones de acogida.
La generalizada resistencia de las víctimas a denunciar por miedo o para evitar el estigma social impide conocer el número preciso de de casos, pero las instituciones dedicadas a la protección de la mujer estiman que cada año se presentan unas 300.000 denuncias por violencia de género y que al menos se producen 150.000 embarazos indeseados.
"El sistema no protege a la mujer en Tailandia, la violencia doméstica es entendida como un asunto privado que debe solucionarse en casa y las violaciones y embarazos fuera del matrimonio son vistos como un mal que daña la reputación de la familia", denuncia Maytinee Bhongvej, directora del centro de la Asociación para la Promoción de los Derechos de la Mujer.
Maytinee explica que cuando una mujer tailandesa acude a la Policía a denunciar, sistemáticamente los agentes intentan disuadirla para que solucione los "problemas domésticos" en su hogar, ya que se considera algo privado y "normal".
"Lo que necesitamos son políticas reales de igualdad, porque sin equidad las mujeres seguiremos siendo castigadas", sentencia la directora del centro.
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