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"Llegué a ser actor buscando librarme del estrés"

José coronado. Actor. Reflexiona sobre su lado oscuro tras ponerse en la piel de un policía indeseable en la nueva película de Enrique Urbizu

CARLOS PRIETO

Lo malo de visitar el piso de José Coronado en Madrid después de haber visto su nueva película, No habrá paz para los malvados, es que uno llama al timbre con la sensación de que el actor le va a encañonar con un rifle nada más abrir la puerta. Para proceder a patearte el hígado, cagarse en tus muertos y amenazarte de muerte. Glups.

Pero no se alarmen. Coronado (Madrid, 1957) no es 'de los que se llevan el personaje a casa y duerme con él'. Mejor. Porque Santos Trinidad, el policía corrupto protagonista del nuevo policiaco de Enrique Urbizu, que en septiembre competirá por la Concha de Oro en San Sebastián, es una de las escorias humanas más logradas del cine español contemporáneo. Pero la demostración final de que Coronado llega en son de paz es lo que escribe en la pizarrita: de pequeño quería ser bombero porque 'ayudan al prójimo y salvan vidas'. Una respuesta que, sin duda, provocaría hilaridad a Trinidad

'Todos tenemos ira contenida, pero no me tomo la justicia por mi mano'

Coronado, que interpretó a un bombero en la serie Código fuego (2003), califica de 'héroes' a los apaga fuegos, lo que nos lleva otra vez a Santos, especialista en montar incendios gigantescos cada vez que se lleva un whisky al gaznate. 'Santos Trinidad no es un héroe. Es un hijo de puta con mayúsculas. Lo que pasa es que intentando salvar su culo... acaba salvando al mundo. Sin querer, por pura casualidad'. La premisa se inspira en una novela de Chester Himes (Corre hombre corre) sobre un agente alcohólico y corrupto que, al intentar borrar sus huellas de un delito terrible cometido en plena borrachera, acaba metiéndose en un 'berenjenal' de proporciones bíblicas.

Correcto, pero ¿y sí Coronado ha escrito 'bombero' para ocultar que en realidad él también es una bomba de relojería andante? Pues no. Escarbas y escarbas y no se ve rastro de un lado oscuro en el actor. 'He sido igual de gamberro que puede ser cualquier chaval. Todos tenemos un lado oscuro, una ira contenida que muchas veces estamos deseando sacar. Pero he sabido contenerla en la vida, no he caído nunca en tomarme la justicia por mi mano'.

Como mucho admite haber cometido 'trastadas nada graves' de adolescente como, por ejemplo, 'haber robado un lápiz en El Corte Inglés', crimen que, una vez más, haría partirse de risa al becerro de Santos Trinidad.

'No soy de los que se lleva el personaje a la cama después del trabajo'

Si acaso estuvo a punto de estallar al final de la veintena por puro ataque de nervios. Pero ponerse encima de las tablas hizo que la crisis no pasara a mayores. 'Descubrí la profesión muy tarde, a los 29 años. Fue, como le ocurre a Santos Trinidad, por pura casualidad. Me metí en un curso de arte dramático con la esperanza de librarme del estrés. Tenía una agencia de modelos y un restaurante, estaba super estresado. A la semana de empezar el curso me dije: Si de esto se puede vivir, os vais a enterar'. Luego vinieron los concursos televisivos ('la televisión te obliga a buscarte la vida por la velocidad a la que se graba. Después de hacer tele, hacer cine y teatro parece algo sencillo'), la series de éxito... y las películas con Enrique Urbizu, rey del policiaco español.

El director vasco requirió sus servicios por primera vez en La caja 507 (2002), el thriller sobre corrupción inmobiliaria y crimen en la Costa del Sol que anticipó la operación Malaya. Urbizu fue el primero en darse cuenta de que Coronado escondía en realidad una bestia parda en su interior, algo que sorprendió al propio interesado, que iba camino de encasillarse en los papeles de 'guaperas' y 'buena persona'. 'Me citó con Resines. Estábamos convencidos de que a mí me iba a ofrecer el papel del director de banco, Modesto Pardo, un buen hombre. Y que a Resines le tocaría el del killer a sueldo de la mafia. La sorpresa fue mayúscula cuando me dijo que quería que interpretara al asesino. Pensé: Guau, este tío me gusta'. Y Coronado descubrió que él también podía ser un psicópata.

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