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Lucas Glover, un campeón de libro

Este desconocido se adjudica el US Open en Bethpage

M. ALBA

En un campo de masas, como Bethpage, Lucas Glover traspasó la gloria que supone el triunfo en el US Open a esa clase de jugadores que suelen acudir a los torneos a probar suerte. El éxito, para muchos de ellos, supone alargar la estancia en el hotel hasta el domingo, dos días después de la reválida del corte. En ese anonimato se ha movido Glover hasta que ayer supo aguantar el toque de queda de los grandes. Tiger lo intentó hasta que se sintió incapaz de dar forma a una remontada casi imposible (terminó sexto, a 4 golpes). Su ídolo, Phil Mickelson, se convirtió en su mayor enemigo en el hoyo 13. Allí, entre rachas de viento, Mickelson embocó un eagle (dos golpes menos) que monopolizó los sentimientos solidarios de un país a favor del marido cuya mujer lucha contra un cáncer de mama. Los cuatro bajo par que aparecían, en ese hoyo 13, en la tarjeta de Mickelson le acercaban al encargo de Amy: 'Ve y trae la copa para que la ponga al pie de la cama'.

Para aderezar el pique, David Duval, el jugador que desapareció hace cuatro años con la cabeza en otro sitio, intentaba desde el puesto 882 del ranking mundial atentar contra el orden mundial. Su birdie en el hoyo 16 igualaba los 4 bajo par de sus compatriotas en el liderato. Pero Behtpage, el campo público que dominó Tiger en el US Open de 2002, se inclinó por el golfista que juega sin guante en la mano izquierda -una decisión contracorriente que a Glover le aumenta las sensaciones-. Sendos bogeys de Mickelson y Duval en el hoyo 17 dieron carpetazo al 'test de paciencia' con el que definió Glover su última jornada.

Frente a la casa club, el hijo del ex jugador de los Steelers de la NFL, se sintió cómodo con el putt para encontrar el mayor éxito de un palmarés vulgar. Su único éxito hasta entonces, el Funai Classic en 2005, le descubrió una pasión que ha convertido en método de mejora de su juego. 'Allí descubrí los libros de Lee Child', asegura Glover. En menos de dos meses, había cerrado la última página del noveno ejemplar que terminaba la colección. A partir de entonces, Glover comenzó a devorar libros, preferentemente thrillers y de asesinos en serie. Su ratio de lectura actual alcanza una novela cada dos días. 'Leo un par de horas al día para darle más agilidad a mi mente, que después utilizo cuando estoy en el campo', explica.

De hecho, juega tan rápido como lee. Las estadísticas del circuito americano, en el que debutó en 2004, le sitúan como uno de los jugadores que menos tiempo necesita para completar sus recorridos. El jueves, el primer día del torneo, el buen tiempo le permitió finalizar los 18 hoyos en poco más de tres horas. Tras firmar la tarjeta, compró un libro en el club y se perdió en la lectura.

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