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El manejo de las lenguas

La autora explica cómo, en el cinturón de Barcelona, el castellano es lengua de uso habitual en la escuela y convive sin ningún trauma con el catalán

EMPAR FERNÁNDEZ

Tengo por norma limitarme a hablar públicamente sólo de lo que conozco, por eso empezaré estas líneas precisando que mi experiencia de más de dos décadas en institutos públicos de educación secundaria se circunscribe al área metropolitana de Barcelona. Por lo tanto, lo que ustedes leerán a continuación, no es generalizable a la totalidad de Catalunya, pero sí a una gran parte, por lo menos a la parte más densamente poblada.

En las aulas que frecuento la convivencia de las dos lenguas oficiales nunca ha sido objeto de disputa ni causa de refriegas. Los adolescentes alcanzan la secundaria conociendo ambas lenguas en su versión hablada o escrita, o bien, para mi desesperación y la de mis colegas, desconociéndolas escandalosamente y también en igual medida. Reciben la mayor parte de las clases en catalán, pero no todas, utilizan textos y manuales en dicha lengua y han aprendido que en catalán se resuelven mayoritariamente los ejercicios, se responde los exámenes o se disculpa con la vista baja el alumno que llega tarde a clase.

Los resultados obtenidos en las pruebas de selectividad por los alumnos formados en nuestras aulas demuestran que la competencia alcanzada es similar en ambas lenguas. El manejo indistinto del castellano y del catalán resulta sorprendentemente ágil y el chico o la chica pasan de una a otra con la facilidad con la que varían la orientación de su mirada.

Un adolescente puede acercarse a la mesa del profesor y, en voz baja, explicar: 'És que aquest matí no em trobava bé, tenia mal de panxa. Tinc la nota de la meva mare' [Es que esta mañana no me encontraba bién, tenía dolor de barriga. Tengo la nota de mi madre].

Y a continuación tomar asiento y de la forma más natural del mundo, dirigirse a su compañero: '¿Has visto cómo me ha mirado? Si le digo que he estado liado con el messenger hasta las tres igual hasta se le ocurre llamar a casa'.

Los años de inmersión lingüística han propiciado que el catalán sea la lengua vehicular de la educación, pero el castellano, para alivio de aquellos a los que el asunto preocupa y desvela, sigue siendo utilizado regularmente en las aulas por alumnos y profesores. Y no sólo, cuando se imparte la materia en cuestión.

Por otra parte, y esto sí que debería motivo de reflexión puesto que evidencia algún error cometido y por determinar, más allá del aula, allí donde terminan las relaciones formales alumno-profesor, la lengua predominante es el castellano. En el patio, en los pasillos, en la frágil intimidad de la mesa compartida, mientras se reparten empujones, collejas y manotazos, la lengua de la complicidad sigue siendo, mayoritariamente, el castellano.

Las leyes pueden favorecer, propiciar, estimular, en ocasiones prohibir y limitar, pero difícilmente cambiarán en mucho el estado de la cuestión. Y mucho menos si tenemos en cuenta que buena parte de la inmigración que acogemos como podemos en nuestras aulas procede de países suramericanos y que el castellano es lengua de 'encuentro'.

Desde hace unos años profesores y alumnos hacemos lo posible por favorecer la comunicación, traducimos, repetimos los mensajes las veces que resulte necesario, improvisamos, señalamos, utilizamos las manos, los gestos, las onomatopeyas y los menos dotados incluso dibujamos conceptos en el encerado. Es frecuente alcanzar un punto de desesperación cuando la situación nos desborda, como le ocurrió a un buen amigo cuando el jefe de estudios entró en su clase, una clase que ya parecía la asamblea general de la ONU en versión reducida, en compañía de un alumno cuyo rostro no le resultaba familiar.

- Este es Niko. Acaba de llegar de Bulgaria, estará en tu grupo.

Con cara de entender más bien poco y en voz baja por si las moscas, mi amigo preguntó:

- ¿Y qué habla?

- Búlgaro- respondió el jefe de estudios con cara de circunstancias.

- Cojonudo, como yo.

Y con la esperada resignación del que lleva años aceptando las cosas como vienen, le señaló una mesa libre junto a la ventana.

La LEC difícilmente desterrará el castellano de los centros educativos de Catalunya como afirman sus detractores; el debate al respecto es gratuito, completamente estéril y conduce a menudo a un enfrentamiento que acaba por no beneficiar a nadie. De pervertirlo y de aniquilarlo se ocupan ya y con aprovechamiento el inglés imperial, global, globalizador y omnipresente; los SMS y, de forma harto eficaz y desinteresada, nuestras televisiones públicas y privadas.

 

 

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