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Marchionne: Un amante del riesgo al volante de Fiat

El salvador del símbolo industrial de Italia pone su punto de mira en Opel

SANDRA BUXADERAS

Tiene aire de profesor despistado: cabello gris desgreñado y camisa a cuadros bajo un jersey azul oscuro que rara vez cambia por la americana y la corbata. Pero le delata su modo seguro y rápido de afrontar las curvas de los Alpes con su Ferrari, rumbo a su casa en Zurich tras su jornada como consejero delegado de Fiat en Turín. Sergio Marchionne es un campeón de los negocios, un amante del riesgo y las carreras. Tras unir en una misma escudería a Fiat y Chrysler, quiere sumar a Opel para escalar al segundo puesto del podio automovilístico, tras Toyota.

Fue él quién salvó a Fiat hace cuatro años, cuando el símbolo industrial italiano parecía abocado al desguace. En ese momento parecía inevitable entregar las llaves al entonces líder mundial, General Motors. Hoy, paradojas de la historia, todo ha cambiado. Tras reestructurar Fiat, Marchionne está en la recta final de la puja por Opel, filial europea del coloso americano, que vive una situación agónica.

Con su estilo desenfadado y su aura de visionario, Marchionne se ha metido en el bolsillo a Barack Obama, que le facilitó la toma de Chyrsler y puede ser clave para el futuro de Opel. Para ello necesita también el visto bueno y los fondos públicos del Gobierno alemán. Ayer, el ministro germano de Economía, Karl Theodor zu Guttenberg, anunció que Fiat ha elevado su oferta, después de que el viernes se diera como favorito en el proceso a la austrocanadiense Magna, cuya propuesta (en alianza con la rusa Gaz) descalificó Marchionne en una entrevista a Der Spiegel.

Los directivos y sindicatos de Opel ven con malos ojos a Marchionne y prefieren a Magna. Tienen miedo de que Fiat elimine una de las cuatro plantas germanas de Opel.

El ejecutivo, como buen jugador de póquer (se aficionó en su etapa juvenil en Canadá), ha sido reacio hasta ahora a detallar sus planes, pero en los últimos días ha prometido mantener la producción en Alemania. Los empleados de Fiat se han echado a temblar, temerosos de acabar pagando la factura. Este sábado, unos 5.000 se manifestaron en la localidad siciliana de Termini Imerese contra un posible cierre de la planta que tiene allí Fiat si finalmente compra Opel.

Para Marchionne, no hay otra salida que fundar un imperio del automóvil capaz de producir 5,5 o 6 millones de autos al año. Es el umbral de supervivencia. Por debajo de esa cifra, solo correrán los coches de lujo, como Ferrari (perteneciente a Fiat) o Porsche. Para ser competitivo, dice, hay que vender un millón de coches de modelos diferentes pero fabricados en la misma plataforma de ensamblaje. Lo ha experimentado ya con el Fiat Punto y el Opel Corsa, cuya plataforma, además, permite fabricar el Opel Agila, el Fiat Idea o el Lancia Musa.

Este líder nato, que reúne a su equipo a horas imposibles, también pretende ser líder en la fabricación de motores ecológicos, diseñados desde su filial Powertrain pero producidos donde los costes sean bajos. Por ello, le interesa seguir con su estrategia de alianzas, para colocar sus mecánicas a cuantos más coches mejor.

Para ganar esta partida, sin embargo, necesita el as de Opel. Sin él, Fiat puede acabar derrapando de nuevo, cuando parecía tan cerca de la meta. El desenlace, posiblemente, llegará la próxima semana.

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