Este artículo se publicó hace 15 años.
Una marea roja de 45.000 personas inunda las calles de Buñol en la Tomatina
Más de 45.000 personas, procedentes de los cinco continentes, han conformado hoy una marea humana que ha inundado de salsa roja las calles de la localidad valenciana de Buñol durante la "Tomatina", una "guerra" de hortalizas en la que se han lanzado más de 120 toneladas de tomates.
Una hora y media antes del comienzo de la batalla, las calles de este municipio, situado a cuarenta kilómetros de la capital valenciana, han comenzado a llenarse de gente que buscaba su ubicación y clamaba "tomate, tomate", a la espera del comienzo de esta fiesta que cuenta con 64 años de tradición.
Pese a la prohibición municipal de lanzar camisetas mojadas por el daño que producen sus impactos, minutos antes del comienzo oficial de la Tomatina, el pueblo ha albergado una "batalla campal", donde telas de diferentes colores volaban por el aire.
A las once de la mañana, el sonido de una carcasa daba la señal para que la multitud, agolpada a lo largo de la calle El Cid y la plaza central de la población, comenzara la batalla de tomates repartidos entre los participantes en seis grandes camiones.
Un total de 70 personas, la mitad de ellas voluntarias, han ayudado a que los vehículos cargados con tomates se abrieran paso entre los asistentes para que, cuando paraban, pudieran elevar sus remolques y aprovisionar de "munición" a los presentes.
Así, durante una hora, lugareños y visitantes llegados de diferentes países se han enzarzado en una guerra de tomates en la que al final todos han acabado empapados de tomate que, este año, procedían de la huerta murciana.
Los participantes, ataviados la mayoría con ropas viejas y con gafas de bucear para protegerse los ojos, han disparado sus "proyectiles" a las personas más cercanas o conocidas, aunque algunos han conseguido alcanzar los balcones de las viviendas colindantes donde se concentraban curiosos, periodistas y fotógrafos.
Conforme pasaban los minutos, el entorno en el que se desarrollaba la Tomatina se ha ido tiñendo de rojo entre las risas y el jolgorio de una multitud que aplastaba o exprimía los tomates antes de lanzarlos, con el fin de aminorar el dolor que puede causar su impacto.
Entre los atuendos que llevaban los participantes destacaban los chubasqueros improvisados con bolsas de basura, gorros de agua para evitar ensuciarse el pelo y disfraces variados, aunque la mayoría han optado por acudir a la vistosa cita festiva con bañador.
Tras la explosión de un segundo cohete, que ha sido disparado a las doce del mediodía y ha puesto fin a la Tomatina de 2009, los asistentes han comenzado a dirigirse hacia el río y las duchas facilitadas por el Ayuntamiento, para intentar limpiar los restos de tomate de sus cuerpos, pelo y ropa.
Media hora más tarde, las mangueras de los vecinos y los servicios municipales han procedido a la limpieza de las calles que, en cuestión de minutos, han dejado Buñol sin rastro alguno de tomate.
Más de cuarenta agentes policías y guardia civil, 70 miembros de protección civil, nueve ambulancias y diversos puestos médicos a lo largo del recorrido han velado por la seguridad y la integridad de los asistentes.
Fuentes municipales han informado de que, al término de la Tomatina, no se habían producido incidencias graves, aunque algunas personas han sido atendidas por hematomas, pequeños cortes, golpes de calor o hipotermias.
Los tres kilómetros de retenciones que se han producido esta mañana a la entrada de pueblo, se han conseguido evitar a la salida mediante el desvío de los vehículos por otras carreteras y la dosificación del tráfico hasta su llegada a la A-3.
Así ha acabado la "fiesta más divertida del mundo", en palabras del alcalde de Buñol, Fernando Giraldós. Una celebración que comenzó como una batalla entre amigos y que hoy ha sido cubierta por más de 50 medios de comunicación de todo el mundo.
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