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Mari y Jose sí quieren que sus hijos vayan a la Universidad

R. BOCANEGRA

María Jesús Vargas y José Jiménez, Mari y Jose, mediadores sociales, complementan su paga con la venta ambulante. Son gitanos, como el 15% de la población del Polígono, y viven en su corazón, la barriada Murillo (las Tres Mil Viviendas). “No hay racismo”, dicen. Ingresan al mes unos 1.200 euros. Tienen tres hijos, Isaac, Yose y María. Se van a vender a Sevilla, no lo hacen en el Polígono, porque fuera “se paga más”. En los mercadillos del jueves y domingo se vende barato. “Aquí es el todo a un euro. Zapatos, un euro, calcetines, un euro”, dice Jose. Mari y Jose son asiduos a la Iglesia Evangélica. ¿Cómo han mantenido a sus hijos fuera de la droga? Con pedagogía, hablando. “Estamos siempre pendientes”, dicen. Tienen a la familia cerca y sólo salen cuando se van de vacaciones al camping de Mazagón (Huelva) “hasta que da el dinero”. “Por supuesto que queremos que nuestros hijos vayan a la universidad”, aseguran. A la más pequeña de la familia, María, le gusta leer, se ha sacado el carnet de la biblioteca del centro cívico El Esqueleto, que concentra buena parte de la actividad del barrio. Sin embargo, el mayor, Isaac, ha dejado la escuela. Ahora acompaña a su padre en la venta ambulante mientras enfoca su futuro. Se había quedado solo. Sus amigos ya no iban. “Existe mucha desmotivación en los institutos. Si lo ha dejado no será porque no lo hemos cogido e insistido”, afirman. Ellos sí se quieren quedar en el Polígono para recuperarlo. Lo sienten su hogar. 

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