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La Masia: viaje al corazón de la cantera del Barça

La formación integral, uno de los secretos del éxito de los jóvenes que asombraron a Europa con el 0-5 al Basilea

RUT VILAR

Mochilas en el suelo. Un chaval camerunés que da una colleja a un adolescente andaluz entre carcajadas. Acné. Camisetas, vaqueros y deportivas. Chicos de dos metros con cara de críos. Blancos, negros. Así respira La Masia, la residencia de los jóvenes de la cantera del Barça donde viven unos 60 chavales de cerca de una docena de nacionalidades distintas. Son las dos, hora de la comida. Los chicos llegan en tropel de la escuela y se sientan hambrientos a la mesa donde esperan una fuente con ensalada de lechuga y otra rebosante de crema de verduras.

Uno de los chavales se acerca a Carles Folguera -el que fuera mejor portero del mundo de hockey patines con la camiseta del Barça y desde 2001 director de la residencia- y le informa de que se cambia de mesa. 'Es camerunés, y en ésta ya hay dos chicos de su país', explica Folguera. 'No dejamos que se sienten juntos más de tres muchachos de una misma nacionalidad. Así facilitamos su integración con el resto y evitamos que hablen en francés entre ellos'. Éste es sólo un ejemplo de las múltiples consignas que facilitan la convivencia en esta casa .

Dicen que La Masia es uno de los secretos de la productiva cantera azulgrana, aunque entre sus paredes no se enseña fútbol: de eso ya se encargan los técnicos del club en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí. En La Masia se vela por la formación personal e intelectual de unos chavales que tienen en común que sus familias viven lejos de Barcelona y que poseen un don especial para el deporte. Con esa finalidad trabajan pedagogos, psicólogos, pediatras, cocineros, personal de la limpieza, guardas

La Masia sigue siendo uno de los emblemas del club azulgrana y 'un factor determinante para cerrar algunos fichajes', según apunta Folguera. 'Cuando a la familia no la mueve la vinculación sentimental hacia un equipo y la cuestión económica no dista mucho entre un club y otro, los padres valoran especialmente cómo están los niños aquí', confirma este diplomado en magisterio y pedagogía.

Situada justo al lado del Camp Nou, se trata de una coqueta casa de 1702 con dos alturas. En la planta baja hay una biblioteca, una sala polivalente, un par de despachos, la cocina, el comedor y, al fondo, una mesa de ping-pong. En el primer piso, las habitaciones. Ante la limitación de espacio, hace ya algunos años que el club habilitó, dentro del propio estadio y en una zona colindante a La Masia, más dormitorios para los jóvenes de la cantera. Se prevé que en 2010 la residencia de la cantera azulgrana se traslade a las instalaciones de la Ciutat Esportiva Joan Gamper. Entonces, esta casa típicamente catalana volverá a albergar despachos del club. Antes que residencia, ya fue la sede social del Barcelona.

La Masia acoge a 58 chavales de entre 11 y 18 años. 'Para mí, demasiado jóvenes', sostiene Folguera. 'Por mi experiencia, yo no los haría venir hasta los 14 años más o menos, pero', deja en el aire. 'A mí, me parece una buena edad', interviene el secretario técnico del club, Txiki Begiristain. 'Yo dejaría allí a mi propio hijo, sin duda. Otra cosa es lo que diría su madre', bromea. Folguera puntualiza: 'Tenemos a un chaval senegalés que llegó sin haber cumplido los 10 y lleva seis años aquí. Es estupendo y lo llevó muy bien'.

Paradójicamente, las legendarias lágrimas de añoranza de Guillermo Amor o Andrés Iniesta, que todavía hoy recuerdan estos ilustres residentes de La Masia, son cosas del pasado. 'Ahora, la psicóloga les ayuda mucho. Según las necesidades de los chavales hemos ido incorporando profesionales que les eviten situaciones como ésas. Las detectan antes de que se produzcan y actuamos en consecuencia', detalla Folguera. 'Además', prosigue, 'ahora todos tienen su móvil y hablan asiduamente con los suyos'. Aunque no puedan utilizarlo durante las comidas ni en las horas de estudio.

'También contamos con un educador el fin de semana para los que no pueden ir a casa. Con él van al cine, a la bolera o a comer un bocadillo por ahí', abunda Folguera. Algunos sólo vuelven a sus casas por vacaciones, en verano y en Navidad. 'Están muy bien' conviene Begiristain. 'Les controlan los estudios, les dan clases de refuerzo, llevan una dieta especialmente indicada para deportistas de su edad...'. Txiki saborea el momento dulce por el que pasa la cantera azulgrana: 'El hecho de que tantos jugadores de la casa debuten y triunfen en el primer equipo es determinante para que un chaval de esa edad nos elija a nosotros y para que el que ya está aquí se repiense lo de marcharse a Inglaterra'.

De los 58 residentes, 46 juegan a fútbol y 12 pertenecen a otros deportes. Los de baloncesto son los que agachan la cabeza cada vez que pasan bajo el dintel de una puerta: varios superan ya los dos metros. En alguna ocasión, el balonmano o el hockey también han aprovechado las instalaciones. 'Suelen ser casos en que ya se ve que los chavales llegarán. Ahora tenemos a uno chaval de hockey y ya está entrenándose con el primer equipo', aclara Folguera.

Entre los futbolistas, destaca un grupo de 12 cameruneses que han llegado a Barcelona gracias a la Fundación Samuel Etoo. El delantero azulgrana ejerce de padrino y su mentor, Josep Maria Mesalles, es su tutor legal en España. Esto explica que la presencia de este abogado catalán sea habitual en la residencia, a pesar de que en La Masia no hay cabida para los representantes. Aun así, no hay chaval allí que no cuente ya con su propio agente.

Cameruneses aparte, el Barça sólo tiene a un jugador que ha ido a buscar al extranjero, a Brasil. El resto es una muestra clara de la realidad social: un senegalés fichado en Almería, lugar al cual emigraron sus padres. Un nigeriano de Tarragona, un argetino-canario, un chaval de Nueva Guinea cuya familia vive en Barcelona y un dominicano con una situación parecida. Catalanes hay 14. Y otros tantos más del resto de España.

Con este babélico y cosmopolita panorama, los educadores de La Masia reparten esfuerzos entre dos objetivos: con los extranjeros recién llegados, trabajan para conseguir, fundamentalmente, una rápida integración a través del aprendizaje de la lengua y de las costumbres y disciplina cotidianas. Respecto a la diversidad cultural, pocos problemas. A los jugadores musulmanes, por ejemplo, se les adecua el menú según sus creencias, 'igual que al que tiene gastrointeritis le hacemos un arroz hervido, sin más', señala Folguera.

Con los chavales de aquí, los esfuerzos se centran en su formación personal e intelectual. 'El curso pasado, de los once residentes que se presentaron a la selectividad, diez la aprobaron', apunta el director orgulloso. Y abunda: 'el control es minucioso con los más pequeños'.

Las tardes se dividen entre entrenamientos y refuerzo escolar. 'Yo les digo: ilusión, toda. Pero chavales, ¿cuántos de éstos han llegado?', explica Folguera señalando las orlas que cuelgan de las paredes de la residencia con las fotografías de los que por allí han pasado. Y prosigue: '¿Diez, doce? Hay que invertir en los estudios, les digo. Y sé que en el fondo todos piensan que ellos serán uno de esos diez o doce, pero estamos contentos de la cantidad de residentes que llegan a la universidad'.

Los profesores de La Masía, por ejemplo, siguen ayudando a Bojan con el bachillerato. El delantero quiere cursar estudios en el INEF como varios de los canteranos que ahora viven en La Masia. 'A otros también les tira magisterio de educación física, empresariales, ESADE...', detalla Folguera.

Después de la cena, los chicos disponen de una hora de ocio, hasta las once, que es cuando se apagan las luces y se corta la corriente que alimenta televisores y aparatos electrónicos en los dormitorios. Eso siempre que no haya fútbol. Les esperan casi ocho horas de sueño. A las 6.45 de la mañana, toca diana. A las 7.30, almuerzo. Antes de bajar al comedor todos deben de hacerse su cama. Si no, Folguera o alguno de sus colaboradores darán el correspondiente tirón de orejas cuando vuelvan de la escuela. 'Ahora les he comprado unos nórdicos, que les facilitan bastante la faena', bromea el director.

Tras la leche con cereales, el silencio llega a la residencia: los chavales se marchan al cole. A su vuelta, una fuente de ensalada -que no falta nunca- y otra de crema de verduras les esperarán en la mesa.

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