Este artículo se publicó hace 14 años.
Mayor presión y aislamiento en Birmania con la proximidad de los comicios
La Junta Militar birmana acrecienta la presión sobre sus potenciales detractores y somete al país a un mayor aislamiento a medida que se acercan las elecciones del próximo domingo, que considera históricas para la democracia.
En Mandalay, segunda mayor ciudad y corazón del monacato budista, está todavía fresca en la memoria de su gente la intensa campaña de detenciones emprendida por los soldados de la temida 33 División del Ejército durante las manifestaciones antigubernamentales alentadas por los monjes, hace tres años.
Con sus cerca de 200 monasterios, esta bulliciosa ciudad, situada a pie de las montañas en las que comienza el Estado habitado por la tribu shan y sus guerrillas rebeldes, es proclive a desafiar la autoridad de la Junta Militar, atrincherada a unos 200 kilómetros al sur, en Naypyitaw, la nueva capital de Birmania (Myanmar).
Cerca de la mitad de los aproximadamente 400.000 monjes que hay en Birmania habitan en monasterios de Mandalay y de distritos vecinos, y la influencia que ejercen entre la población quedó demostrada en las protestas que arrancaron aquí, hace tres años, y después se extendieron hasta Rangún, la ciudad más poblada del país.
Desde hace unos días, explicaron a Efe varios monjes veteranos, los monasterios están trasladando a sus religiosos a otros lugares en respuesta a la advertencia de las autoridades, aparentemente preocupadas por su reacción al resultado de los comicios.
"Es cosa del Gobierno", opina un bonzo mientras observa la partida de sus condiscípulos más jóvenes en dos camiones del monasterio ubicado al lado de la pagoda de Mahamuni Paya, al oeste de la ciudad.
En la céntrica avenida Aye Thiri, adyacente al enorme recinto que alberga el antiguo palacio real, los cibercafés están vacíos desde que hace poco las autoridades reanudaron el bloqueo de la red de internet, al igual que ocurriera durante las multitudinarias protestas callejeras de 2007.
"No internet", advierte en el idioma casi universal y con rostro serio un hombre, aparentemente encargado del negocio.
En la otra punta de la ciudad, un furgón con seis detenidos penetra en las dependencias de la Oficina de Investigación Especial de la Policía a cargo de los asuntos políticos, en la calle 66, mientras en la acera de enfrente observan, en silencio, varios civiles.
Según birmanos opuestos al régimen militar, policías con ropa de paisano y miembros del grupo paramilitar transformado ahora en el oficialista Partido para la Solidaridad y Desarrollo de la Unión, que capitanea el primer ministro y ex general Thein Sein, recorren barrios de la ciudad para exigir el voto mediante la intimidación.
Cerca de 28 millones de birmanos han sido llamados a votar por alguna de las 37 formaciones políticas que pugnarán por los 1.163 escaños de las asambleas regionales y del Parlamento.
Los comercios de teléfonos móviles, un lujo reservado a birmanos de alto poder adquisitivo, han dejado de recibir del único proveedor tarjetas de prepago, sólo unos pocos meses después de que éstas salieran a la venta por vez primera y a un precio de 20 dólares, una cantidad relativamente alta para la inmensa mayoría de la población, aunque baja compara con los 1.000 dólares que costaban antes.
"El Gobierno no da más tarjetas de teléfono, no sé hasta cuándo", explica el tendero de origen indio, tras confirmarlo mediante una llamada telefónica por medio de su aparato de línea fija.
Los hoteles de esta ciudad, uno de los principales destinos del turismo que visita el país asiático, están casi vacíos desde que el pasado septiembre las autoridades dejaron de expedir visados de entrada de tipo turista, o de cualquier otro, en los aeropuertos internacionales de Rangún y de Mandalay.
Por Miguel F. Rovira
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