Este artículo se publicó hace 16 años.
Medvédev es una esperanza de inmovilismo y de cambio a la vez
Dmitri Medvédev, el presidente electo que asumirá mañana en el Kremlin la jefatura del Estado de Rusia, encarna tanto las esperanzas de cambio como las de que todo seguirá igual que con su antecesor y padrino, Vladímir Putin.
Más que heredero de zares y secretarios generales, parece un eficaz ejecutivo, igual que cuando Putin le eligió como sucesor al no poderse postular a la Presidencia por tercera vez consecutiva.
Desde entonces, el ex profesor de derecho romano de 42 años ha exhortado a construir viviendas y extender internet por todo el país, a erradicar la corrupción e imponer el imperio de la ley, y a muchas otras cosas no menos incuestionables.
A veces, la televisión también mostró cómo Medvédev amonestaba a algún alto funcionario o institución. Y el esmero con el que imitaba la dureza de Putin no disgusta a la mayoría de los rusos.
Medvédev ocupa la Presidencia en momentos en los que la grandeza de Rusia aflora bajo la lluvia de petrodólares y en medio de las tempestades financieras que azotan a muchos países del mundo.
Con un crecimiento económico del ocho por ciento en el último año y las inversiones extranjeras en torrente, Rusia se cubre de enormes centros comerciales, las ventas de automóviles baten todos los récords y el anhelo general parece ser el de que todo siga igual.
Casi el 80 por ciento de los encuestados en un sondeo público expresó la esperanza de que Medvédev "continúe el mismo rumbo que Putin".
"Lo que más quiere la gente es continuidad. Ni siquiera se trata de esperanzas de mejora, la esperanza es de que la situación no empeore", explicó Denís Vólkov, experto de Levada Center, que realizó la encuesta.
Los últimos días del mandato de Putin parecen confirmar semejantes pronósticos.
Durante el principal acontecimiento de estos días, el congreso del partido oficialista Rusia Unida, el protagonismo del líder saliente, que ahora ha encabezado el partido sin siquiera ser militante, fue indudable.
El propio Medvédev lo resaltó, al declarar que "bajo la dirección de Putin, Rusia Unida contribuirá al desarrollo de las instituciones democráticas".
Los más pesimistas ven en Medvédev a un joven ambicioso pero incapaz de cambiar algo a mejor.
Aducen que bajo la Presidencia de Medvédev el gigante monopolio del gas Gazprom no se ha hecho más transparente ni más eficaz, así como el escaso progreso de los programas nacionales que él encabezó, como el de la salud, la enseñanza, la vivienda y la agricultura.
Sin embargo, sería poco honesto responsabilizar a Medvédev, que durante estos ocho años no fue más que un perfecto ejecutor de las decisiones de Putin, sostienen sus simpatizantes.
Para aquellos que confían en que Medvédev impulsará las reformas frenadas por Putin y propiciará un nuevo acercamiento a Occidente, el principal peligro es que sea Putin quien mantenga el control de todo incluso después de abandonar la Presidencia.
A pesar de los enormes carteles que dominan las calles rusas y en los que Putin y Medvédev (el primero unos pasos por delante) marchan juntos por la Plaza Roja, los optimistas prefieren ver las diferencias en sus discursos, el contraste entre la dureza cuartelera del primero y la sutileza liberal del segundo.
Destacan sus palabras a favor de la democracia, la libertad de prensa y el derecho, sus embates contra la corrupción y distancia de los servicios secretos que con Putin volvieron a ser omnipresentes.
En un informe para el Consejo europeo de Asuntos Exteriores Andrew Wilson, del University College, llegó a la conclusión de que "al principio el sistema tendrá más control sobre Medvédev que él sobre el sistema".
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