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Mejor... tú en Madrid y yo en Yeda

BONIFACIO CAÑIBANO *

Hay muertes oportunas y la de Nayef Ben Abdelaziz, el príncipe heredero de la Casa de Saud es una de ellas. Al menos es oportuna para la Casa de Borbón.

Veamos. La inverosímil esgrima de la reunión del pasado sábado del Consejo General del Poder Judicial, enfangado en sus venganzas políticas y gremiales, terminó con la profecía de su presidente, Carlos Dívar, de que el jueves tomaría decisiones 'rotundas y contundentes'.

¿El jueves?... bueno pero ese día, además de ser el de San Luis Gonzaga, que fue célibe toda su vida, no se sabe qué atractivos tiene para Dívar. Lo cierto es que el jueves no solucionaba el problema de este lunes, día en el que además de ser la fiesta de San Gregorio Barburigo ( un cardenal con mucho menos currículum que San Luis Gonzaga) era el día de un marrón imponente para el rey Juan Carlos y para el piadoso presidente del Tribunal Supremo

Los fotógrafos de medio mundo, los presidentes de las Cortes Supremas de Filipinas, Portugal, Colombia (qué trabajo más difícil), Honduras (¿no hubo allí un golpe de estado?... pelillos a la mar), Nicaragua y ... en fin, un montón más de países latinoamericanos, incluida Argentina ( cuyo embajador llega con el pellejo de YPF entre los dientes)...Todos ellos se dirigían a Madrid a la celebración del bicentenario del Tribunal Supremo con la irrefrenable curiosidad de quienes van a ver una alineación de constelaciones planetarias, de esas que sólo se ven una vez en la vida de los seres humanos.

Curioso era. No todos los días la primera autoridad del Estado, todavía con secuelas de su último encuentro con los elefantes de Botsuana, se alinea en un acto solemne con la cuarta autoridad del Estado tocada del ala por sus exquisitos viajes a cargo de los exprimidos contribuyentes. El espectáculo prometía ser fascinante.

Pero los dioses escriben derecho con líneas torcidas y en estas llegó la noticia de la muerte de Ben Abdelaziz y la Casa de Borbón se salvó por los pelos de la foto que iba a reflejar la situación de desahucio en la que se encuentra el Estado. El Rey anunció que se marchaba a Yeda a dar el pésame a la Casa de Saud. El pésame, porque al funeral no llegaba a tiempo. Se celebró ayer en La Meca y se enterró al muerto.

Así que hoy tenemos a Dívar en Madrid solo ante el peligro y al Rey en Arabia, con la muy fanática Casa de Saud, hogar de los suníes wahabitas, cuya penúltima hazaña ha sido reprimir a sangre y fuego a los manifestantes que pedían democracia en Bahrein.

Constitución tampoco tienen, sus leyes se basan en la Sharía y para cumplirlas están los mutawa, la policía religiosa tan temida por el pueblo saudí, a la que dirigió durante décadas el fallecido Ben Abdelaziz, que no soportaba que las mujeres condujeran y se lo tenía prohibido.

Bueno... mejor estar con esta gente que con Dívar y además el trabajo del Rey incluye cuidar las relaciones con los jeques petroleros. Con los jeques, no con los países petroleros. Porque si no eres jeque, aunque te salga el petróleo por las orejas, el Rey te puede decir que por qué no te callas.

Y así, con uno en Yeda y el otro en Madrid, se frustró el espectáculo y ni embajadores ni presidentes de Cortes Supremas podrán ver la increíble alineación de los astros que por unas horas se iban a observar en los cielos de nuestro Estado. El Príncipe Felipe sustituyendo a su padre en el Bicentenario del Supremo no tiene ni la mitad de gracia.

Y cuando Dívar, dios mediante, anuncie el jueves que se va por la puerta de atrás, nosotros ya estaremos psicológicamente preparados para el impacto y la rueda del orden institucional del Estado girará sin chirriar. ¿Cómo? ... Pues se quedará de presidente del Consejo General del Poder Judicial Fernando de Rosa. ¿Se acuerdan?. Sí, el mismo que pedía la inhabilitación de Garzón por investigar la podredumbre del caso Gurtel, el mismo que fue consejero de Justicia del gobierno de Francisco Camps y que dijo que su jefe era un 'gran presidente de la Comunidad Valenciana' y 'le tengo un respeto inmenso'. De bien nacidos es ser agradecidos.

Todo va bién, tranquilos. Habrá más espectáculos.

* Bonifacio Cañibano, periodista 

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