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Los microcréditos, un instrumento en entredicho

Después de décadas de expansión, surgen las dudas sobre su eficacia y filosofía // Las críticas advierten sobre las consecuencias de su uso masivo y cuestionan que reduzcan la pobreza

ANA REQUENA AGUILAR

Sufía Begum era una mujer pobre que se ganaba la vida fabricando muebles de bambú en un pueblo de Bangladesh. La falta de capital propio para comprar la materia prima le llevaba a pedir dinero al comerciante a quien vendía sus productos, que se aprovechaba de su situación para exigirle precios de venta muy bajos. Su pequeño negocio cambió un día de mediados de los años setenta, cuando un tal Muhammed Yunus visitó su aldea, Jobra, para conocer los problemas de desarrollo de la zona.

Después de saber de su historia, Yunus se ofreció a prestarle un dólar y medio para que comprara el bambú sin necesidad de acudir al usurero y pudiera exigir así mejores precios. Con Sufía y otras 40 personas en su misma situación, Muhammed Yunus comenzó lo que luego se convertiría en el Banco Grameen, una institución microfinanciera que ha hecho bandera de los microcréditos como arma de desarrollo. Sin embargo, no todas las historias tienen finales felices y Sufía Begum murió a finales de los noventa sumida en la misma pobreza en la que siempre había vivido, según medios locales bengalíes.

Más 190 millones de personas han percibido microcréditos

Son las dos caras de los microcréditos, un instrumento actualmente en entredicho, no sólo por la polémica que rodea en los últimos meses al Banco Grameen y a su fundador, sino por las críticas de expertos que cuestionan su utilidad y que han sacado a la luz algunos efectos perversos de su utilización masiva. La historia de Begum y Yunnus se remonta a los años setenta, pero ha sido en las dos últimas décadas cuando los microcréditos han vivido un auténtico boom.

Su objetivo es sacar de la exclusión a las personas pobres (y que por tanto no tienen acceso a los sistemas financieros ordinarios) mediante pequeños préstamos a devolver con los que pueden montar un negocio que mejore sus vidas. 'Los microcréditos funcionan y hay muchos estudios que muestran que, cuando se utilizan correctamente, tienen el potencial de incluir financieramente a las personas que no tienen otras posibilidades', asegura la profesora de economía y directora del Máster en Microcréditos para el Desarrollo de la Universidad Autónoma de Madrid, Mari Cruz Lacalle, que, sin embargo, admite que hay casos positivos y negativos, aunque insiste en que hay 'muchísimas instituciones que están funcionando bien'.

Según el Informe 2011 sobre el Estado de la Campaña de la Cumbre del Microcrédito, más de 190 millones de personas han percibido microcréditos hasta finales de 2009. De ellos, más de 140 millones eran mujeres y 128 millones formaban parte de los sectores de población considerados más pobres. Una década antes, el número de beneficiarios era de 25,5 millones, lo que da idea de la enorme expansión de este instrumento. Asia y América Latina son los lugares donde más se han desarrollado, aunque los microcréditos ya están presentes en todos los continentes.

'Calculamos que un 5% de los usuarios salen de la pobreza cada año'

'Calculamos que un 5% de los usuarios de microcréditos salen de la pobreza cada año', estima el consultor del Banco Grameen, Nazrul Chow-dhury. 'Su efecto sobre la reducción general de la pobreza no está empíricamente probado; al contrario, ni la situación económica ni social de las poblaciones donde se aplican han mejorado ', rebate el director del Máster Interuniversitario en Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Alicante, Carlos Gil, que acusa a los microcréditos de 'bancarizar la pobreza' y 'extender el capitalismo' al sector de los pobres.

'La satisfacción de unos mínimos vitales no puede estar sometida al acceso al crédito', denuncia Gil, que asesora a instituciones y ayuntamientos y ha evaluado proyectos de microcréditos en varios países. Este profesor afirma que se han utilizado para desviar la atención de las verdaderas políticas de desarrollo y de los compromisos alcanzados al respecto por los gobiernos. Afirma además que recibir un microcrédito no es sinónimo de salir de la pobreza.

«La satisfacción de unos mínimos vitales no puede depender del acceso al crédito»

Gigantes empresariales y bancarios como Monsanto o JPMorgan se apuntaron al carro. '¿Por qué grandes sectores económicos y financieros han entrado con fuerza en este mundo mientras las políticas de ayuda al desarrollo se han ido abandonando?', se pregunta Gil. Dos respuestas surgen con fuerza: porque se han convertido en una forma de penetrar en un sector de población hasta ahora alejado del sistema bancario y porque 'convierte a los pobres en responsables de su situación y parece que si no salen de ahí es porque no tienen un crédito'.

'Hay 3.000 millones de personas en el mundo sin acceso bancario; para esas personas no hay otra opción porque no pueden ofrecer garantías o avales', arguye el consultor del Banco Grameen. Para Carlos Gil, los programas de microcréditos deben usarse con prudencia, sólo en algunos casos y después de estudios profundos, 'no como un instrumento indiscriminado'. De hecho, Chowdry admite que se han tomado como una moda, algo que los ha desvirtuado. 'Pero eso no es culpa de los microcréditos; si se sigue la filosofía básica, son un éxito', dice.

¿Y cuál es esa filosofía? Lacalle enumera algunos de sus principios básicos: 'Que se entregue a los más pobres, a los que tienen capacidad de devolverlo; que se den cantidades pequeñas; que no sobreendeude a los prestatarios; y que contemple tipos de interés suficientemente altos para cubrir todos los costes y hacer que el proyecto sea sostenible a largo plazo'.

Un experto critica que son una forma de «bancarizar» la pobreza

Precisamente, los tipos de interés son uno de los puntos de conflicto. Los críticos denuncian los tipos 'cercanos a la usura' que llegan a aplicar estas instituciones. Lacalle explica que los costes operativos son más elevados que en las entidades financieras ordinarias, debido a que tienen que extender su presencia a muchas aldeas, con el consiguiente gasto de personal y desplazamiento, además del gasto en contratos, lo que eleva los tipos. Gil pone en duda esta explicación: 'Una parte muy importante de su financiación procede de programas de desarrollo de los países del norte; ellos sólo tienen que montar el dispositivo. Además muchas organizaciones están teniendo beneficios tremendos que hacen pensar que no están aplicando una lógica de contención de gastos'.

India ha vivido una gran crisis de sus sistemas de microcréditos, con el endeudamiento de miles de familias en el estado de Andhra Pradesh. El lado más dramático son los casos de suicidios de beneficiarios que no pudieron pagar su microcrédito. Los prestatarios relatan presiones extremas para pagar. Las instituciones forman grupos de prestatarios para que unos se solidaricen con otros y se fuercen a pagar. Los testimonios de algunos morosos hablan incluso de agresiones físicas por parte de sus compañeros de grupo. Algunos han huido de sus barrios para evitar la presión.

Ex et ad tie vullum et adiatem quametue tat ute modignim vulla

Los microcréditos también llegaron a España. Lo hicieron a principios de este siglo y de la mano de la obra social de las cajas de ahorro. Sin embargo, esta fórmula no ha cuajado. 'Algunas cajas lo hicieron muy bien, pero con la crisis y la reestructuración del sector, la mayoría ha dejado de lado los microcréditos. Aquí se puede hacer mucho mejor', dice una fuente del sector que prefiere no ser identificada. Otras críticas apuntan a que en España lo que se llaman microcréditos no cumplen de facto algunos de sus criterios básicos, como el público objetivo (personas pobres o excluidas) o las cuantías pequeñas, ya que en muchos casos rondan los 20.000 o 25.000 euros prestados.

La Fundación ICO junto con Caja Sol y Caja Navarra llevan a cabo un proyecto piloto para acercar los microcréditos a población que sufre exclusión social, como gitanos o prostitutas. Varios grupos en cuatro ciudades españolas se reúnen cada 15 días. 'Desarrollamos un acercamiento con esas personas, la confianza es mucho más fuerte que un aval', relata Chowdhury, que coordina el proyecto. Estas personas pueden acceder a microcréditos personales de hasta 2.000 euros y para el autoempleo de hasta 15.000 euros. No se les pide avales. 'En los bancos no les darían dinero si no presentaran nóminas o garantías, aquí la concesión es rápida y directa', explica Chowdhury, que asegura que la tasa de devolución roza el 100%.

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