Este artículo se publicó hace 15 años.
Mil días sin el soldado israelí Gilad Shalit
El posible canje del militar por presos de Hamás divide a Israel
Eugenio García Gascón
Han transcurrido mil días, pero el paso del tiempo no ha calmado los ánimos. Al contrario, la sociedad israelí está dividida y sus líderes políticos no logran resolver el conflicto: el soldado Guilad Shalit sigue en manos de Hamás y no se vislumbra una solución.
Shalit fue capturado en junio de 2006 en una base militar junto a la frontera de Gaza. Los milicianos palestinos llegaron hasta su posición a través de un túnel de cientos de metros y sorprendieron a varios soldados. Tras un tiroteo con bajas en ambos lados, los milicianos capturaron a Shalit y se lo llevaron a Gaza.
Los padres y el hermano del soldado han plantado una tienda de campaña a pocos metros de la residencia del primer ministro en Jerusalén. Arropados por decenas de voluntarios, los Shalit tratan de despertar la conciencia de los líderes políticos con el fin de recuperar a su hijo.
Israelíes anónimos se acercan a la tienda continuamente. Llevan dulces, bebidas, dibujos o flores que entregan a la familia. Otros escriben en un mural mensajes en los que expresan su esperanza de que Shalit vuelva pronto a casa.
"El Gobierno no ha hecho lo suficiente porque no hay resultados", se lamenta Noam Shalit, el padre del soldado, un ingeniero industrial de 55 años que también tiene la nacionalidad francesa.
"Lo más difícil de llevar es la incertidumbre después de casi tres años. Durante este tiempo no ha habido apenas noticias y no se ha concretado ningún progreso. Se ha visto que Hamás no tiene ninguna prisa", continúa Noam.
En las negociaciones que desde hace meses se celebran en El Cairo, Hamás exige la liberación de un millar de palestinos, incluidos todos los menores y las mujeres que están en las cárceles israelíes, así como una lista de 450 presos que incluye a milicianos con sangre israelí en sus manos.
Esperando un milagroNoam ha perdido toda esperanza de que el canje de prisioneros se produzca antes del inminente cambio de Gobierno en Israel y es pesimista de cara al futuro puesto que no cree que el Gobierno de Binyamin Netanyahu se lo tome más en serio.
"Lo peor es que mi hijo no está preparado para pasar por esto. Tres años de reclusión en unas condiciones que no conocemos pueden acabar con cualquiera", se queja Noam. "Llevamos mil días entre la esperanza y la decepción".
El martes Noam escribió una carta al primer ministro Ehud Olmert en la que le hablaba "de padre a padre" y le instaba a que realizara un esfuerzo para liberar a su hijo. Horas después Olmert se negó aduciendo que no quería asumir la responsabilidad de "soltar a terroristas que en el futuro pueden matar a más israelíes".
Noam ha decidido desmontar la tienda y regresar a su casa de Mitzpe Hila, en Galilea. Los últimos días han sido muy duros para la familia. "Volveremos a casa y esperaremos un milagro", son sus últimas palabras.
La familia de Shalit no deja de recordar el caso del teniente coronel Ron Arad, capturado en 1986 por milicias libanesas, al que se le perdió la pista, aunque se cree que murió en 1988.
A pocos metros de la tienda de campaña de la familia Shalit hay otro grupo de gente. Han desplegado las fotografías de cientos de víctimas de los ataques y atentados palestinos y se oponen a cualquier acuerdo de canje de prisioneros. Pero no todos son de la misma opinión. Aunque en 1985 perdió a un hijo soldado, Verda Aqiba acepta que se libere al miliciano que lo mató. "Que liberen al asesino de mi hijo a cambio de Shalit", dice.
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