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Mirada de soslayo al Estatut

La presidenta del Tribunal Constitucional sortea la presión: 'Cuando se trabaja intensamente, se obtienen frutos'

GONZALO LÓPEZ ALBA

Tanta atención acaparó la presencia del lehendakari y la ausencia de los presidentes autonómicos del PP que pudo la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, sortear la presión ambiental y pasar casi desapercibida en la recepción de la Carrera de San Jerónimo.

Aunque el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, la señaló con el dedo al reclamar en su discurso respeto para el 'árbitro' de la Constitución, prefirió Casas mantenerse en un discreto segundo plano, haciendo pareja lo más del tiempo con Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. 'Cuando se trabaja intensamente, se obtienen frutos', fue cuanto dijo Casas.

Zapatero comentó que la reunión pendiente con Rajoy la convocará 'por sorpresa'

'¿Quién lo sabe? Acaso ni ellos...', se comentaba en los corrillos políticos sobre la fecha en que pueden emitir su fallo sobre el Estatut los magistrados del Tribunal Constitucional, mirando de soslayo a su presidenta. El líder de la oposición, Mariano Rajoy, con el que Casas comparte paisanaje gallego, recurrió al socorrido tema del tiempo como materia de conversación y, para dar fe de que así había sido, exhibió su iPhone con el registro de una temperatura de 16 grados en la tierra de ambos. Y es que, como dijo el president Montilla: 'No toca. Hoy es un día de celebración. No he venido aquí a tener una conversación con ella...'

Tampoco había ido a eso el lehendakari Patxi López, pero aprovechó la ocasión para recordar a José Luis Rodríguez Zapatero su interés en agilizar el traspaso de las políticas activas de empleo, que ha logrado ralentizar el PNV a cambio de su apoyo a los Presupuestos del Estado. Con ellos hicieron corrillo José Antonio Alonso, el portavoz parlamentario, y Txiki Benegas, que ejerció de cicerone del lehendakari durante toda la mañana.

Más celosos de guardar el secreto de su conversación fueron Mariano Rajoy y Alberto Ruiz-Gallardón, que se pegaron una parrafada de casi media hora aprovechando el retraso del presidente del Gobierno. El alcalde de Madrid, que fue de los más puntuales, hizo su entrada junto al ministro de Fomento, José Blanco, y tuvo tiempo y ocasión de departir también amigablemente con otros miembros del Gobierno, detrás de los que le colocó el protocolo. Ruiz-Gallardón fue testigo de la charla entre su jefe de filas y el ministro de Industria, Miguel Sebastián, presumiblemente a cuenta del pacto sobre la energía que, según reveló la semana pasada el presidente del Gobierno, mantiene congelado el PP desde comienzos de octubre.

El retraso que ya traía Zapatero se prolongó con las declaraciones que hizo a su llegada, con la intención de evitar así los habituales corrillos con los periodistas. Se resistió el presidente cuanto pudo, pero acabó por sucumbir en alguna de las oleadas. A los integrantes de uno de los comandos de la canallesca les comentó que aún no sabe si este año pasará las Navidades en el Coto de Doñana porque sus vacaciones se verán recortadas a causa de los preparativos de la Presidencia de la Unión Europea, 181 días durante los que está previsto que se celebren en España más de 300 reuniones de alto nivel, sin contar la que aún tiene pendiente con Mariano Rajoy y que, según bromeó, se convocará 'por sorpresa'.

Otro grupo de periodistas le arrastró hasta el vestíbulo de Isabel II, donde se ha dispuesto provisionalmente un panel con los retratos de los siete padres de la Constitución. Aunque ayer era el día de Jordi Solé Tura, el ponente del PCE que falleció el viernes, de todos los retratos de Hernán Cortés lo que más llamó la atención fue la 'mirada inteligente' de Miquel Roca, el ponente de Convergència Democrática de Catalunya.

La ausencia de famosos realzó la presencia de protagonistas de la Transición

No estuvo Roca, al contrario que otros años, pero sí acudieron al 31º cumpleaños de la Constitución otros tres de sus progenitores: Manuel Fraga, Gregorio Peces-Barba y Miguel Herrero de Miñón. Con ellos pudo verse a otros dos destacados políticos de la Transición: Santiago Carrillo y Rodolfo Martín Villa, los protagonistas del famoso episodio de la peluca con la que el ex secretario general del PCE regresó a España.

También se dejó ver el ex ministro José Barrionuevo, que a su llegada buscó la compañía de Benegas y acabó en amigable charla con Rajoy. Casi sin aliento llegaron la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que viajaron antes a Barcelona para despedir a Solé Tura. El político catalán estuvo en boca de todos, salvo en la de Rajoy, nadie sabe por qué. El otro nombre que pasó de boca en boca fue el de Aminatou Haidar, la activista que ha vuelto a colocar en el primer plano de la actualidad internacional el conflicto sobre la autodeterminación del Sáhara Occidental.

Ausente no sólo el famoseo, sino también los ex presidentes Felipe González y José María Aznar, hubo quien llamó la atención sobre el hecho de que a la conmemoración de la Carta Magna asisten siempre los veteranos de la Transición y los que están en el poder, o buscan sus sinecuras, pero no los Cayo Lara, Artur Mas, Íñigo Urkullu, Gerardo Díaz Ferrán, Cándido Méndez, Ignacio Fernández Toxo... Así, quedó en el aire la pregunta de si no es tiempo de reformar la Carta Magna.

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