Este artículo se publicó hace 15 años.
El monstruo de California estremece a Estados Unidos
Philip Garrido secuestró a una niña de 11 años y la violó durante otros 18
Jaycee Dugard tenía 11 años cuando la mala fortuna quiso que un hombre se cruzara en su camino. La desgracia sucedió el 10 de junio de 1991. Jaycee iba caminando hacia la parada del autobús escolar mientras su padrastro, Carl Probyn, la observaba desde la ventana de la casa, en Lake Tahoe (California). De poco sirvió. Un hombre, llamado Philip Garrido, llegó en su coche y la secuestró.
Desde aquel día, ni Carl ni la madre, Terry Probyn, volvieron a tener noticias de su hija. La Policía no dio con el vehículo y la cara de Jaycee se convirtió en el póster de una desaparecida, uno de tantos que se cuelgan en estaciones de trenes y aeropuertos.
Durante esos años, se conoció sólo una parte de la tragedia: la desesperación de los Probyn y su búsqueda frustrada. En Navidad y en el aniversario del secuestro, Terry "dejaba de trabajar una semana para pasarse los días llorando", según su marido. Él pasó otro infierno y asegura que siempre fue sospechoso.
El jueves pasado, como si despertaran de un coma, supieron que Jaycee estaba viva, que había estado encarcelada todo ese tiempo y que tenía dos hijas de su secuestrador.
Muy pocas historias de desaparecidos o secuestrados se resuelven. Pero cuando lo hacen, los detalles son siempre escalofriantes; y Estados Unidos está ahora estremecido.
De la historia de Jaycee no se conocen todos los pormenores. Sin embargo sí se sabe que durante 18 años estuvo confinada en un cobertizo insonorizado del jardín de la casa de su violador en Antioch, a 200 kilómetros de Lake Tahoe. La choza tenía cerrojos por fuera, electricidad, ducha y sanitario de campaña. En ese tiempo tuvo dos hijas; una tiene ahora 15 años y la otra, 11.
El violador tuvo dos hijas con Jaycee durante el cautiverio
La Policía estaba ayer noche registrando ese jardín, ante la posibilidad de que haya allí enterrados cadáveres de prostitutas asesinadas en la zona.
Tampoco se conocen todos los detalles de la historia de su presunto violador. Sí que fue condenado a cincuenta años por el secuestro y violación de una mujer en 1976. También que fue puesto en libertad condicional en 1988 y que, como obliga la ley en EEUU, todos en el barrio conocían su condición de violador convicto.
Llamada desoída
A pesar de estos antecedentes, la Policía desoyó en 2006 una llamada de una vecina que sospechó lo que sucedía en la casa del secuestrador.
"Una llamada al número de emergencias dijo que en el patio trasero de la casa había tiendas de campaña y gente viviendo en ellas, incluida una mujer joven", reconoció el sheriff del condado de El Dorado, Warren Rupf en una conferencia de prensa ayer. Rupf explicó la falta de celo policial con el argumento de que el agente que atendió al teléfono no estimó que ninguno de esos hechos fueran delictivos.
La Policía hizo caso omiso en 2006 a la denuncia de una vecina alarmada
Garrido levantó las sospechas de un agente de policía cuando acudió a la biblioteca de la Universidad de Berkeley para repartir unas octavillas. En ese instante, el policía decidió avisar al agente encargado de su libertad condicional, que lo citó para el día siguiente.
Cuando Garrido acudió a la cita, iba acompañado de su mujer, Nancy, de Jaycee, a la que presentó con el nombre de Allissa, y de las niñas. El agente sospechó, porque nunca antes las había visto. Al ser interrogada, Jaycee reveló su verdadera identidad.
Después todo fue rápido. La llamada a la madre, el arresto de Garrido y su mujer, y las acusaciones por violación y secuestro. Desde su celda, Garrido dijo en una entrevista: "Me siento mucho mejor ahora. Esto era algo que tenía que ocurrir"
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