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El montaje de exposiciones, la trastienda del arte

EFE

Aunque la media temporal para visitar una exposición se calcula en torno a los tres cuartos de hora por persona, su preparación puede durar de uno a dos años y el montaje comienza mes y medio antes con el acondicionamiento de las salas.

Estos requisitos se endurecen si se trata de obras que forman parte del distinguido círculo internacional de exposiciones. Así, antes de que una obra como "El altar de los muertos", de Frida Kahlo, sea trasladada desde Londres o antes de que el Andy Warhol de la exposición de Yves Saint Laurent llegue a la Fundación Caixa Galicia para ser mostrado al público, es necesario superar muchos obstáculos.

Durante una visita de Efe a las instalaciones del "búnker" en el que la entidad financiera gallega guarda su colección propia, la directora de arte de la Fundación, Rosario Sarmiento, desgranó los entresijos no sólo de las 1.500 obras de arte que guardan las dos cámaras acorazadas de Caixa Galicia, sino también de la producción y el montaje de una exposición.

Sarmiento explicó a Efe que detrás de cada muestra "hay un trabajo muy complejo, donde hay que tener cerrado hasta el último detalle".

Como primer paso, está presentar lo que en este sector se denomina el "facility report", en el que se indican las características técnicas de las salas de exposiciones y se certifica que cumplen con la normativa, lo que se traduce en una humedad y temperatura determinada y en una luz concreta para cada exposición, dependiendo de si es pintura, papel o escultura.

Una vez pasados todos los filtros, llega el traslado, siempre especializado, en cajas propias o de alquiler y de materiales determinados, según lo que se transporte.

En este proceso, un correo, es decir la persona designada por quien presta la obra, la acompaña durante todo el traslado, desde que esta sale de su museo de procedencia hasta el destino.

El control llega al punto de que ese mensajero tiene la obligación de ver entrar y salir la obra del avión y también, tras las 24 horas de reposo del cuadro en su lugar de destino, estar presente en el momento en que se ubica en la sala de exposiciones, sólo cuando comprueba que su ubicación y estado son los correctos, emprende el camino de regreso.

Toda llegada y salida está milimétricamente programada en un cronograma, con el contacto del correo y la escolta policial correspondiente en las obras de alto valor.

A todo ello hay que añadir el seguro denominado "de clavo a clavo", siempre con cifras astronómicas, en obras como la de Warhol expuesta en A Coruña hasta hace pocos días, valorada en 30 millones de euros, con un seguro de 9.000, una cifra que apunta sólo una parte de los gastos de las muestras culturales.

En algunos ocasiones, se dan requisitos curiosos, como ocurrió en el traslado de la exposición de Frida, que se hizo en tres vuelos distintos, para que, si el avión sufría algún accidente, sólo se perdiese una parte de la colección y no toda.

Cuando un cuadro sale de las fronteras españolas, a todos esos trámites hay que añadir un aval a Hacienda, mediante el cual el Estado intenta asegurarse de que no se saca del país con intención de comercializarlo, y sólo cuando la obra vuelve a pisar territorio nacional se recupera ese dinero.

Todas estas medidas son la causa de que el coste de una exposición con obras de relevancia y reconocimiento internacional sea muy alto, llegando muchas veces a superar el medio millón de euros.

El sufrimiento de las obras al ser trasladadas de un lugar a otro es otro de los aspectos que se deben tener en cuenta, y es por ello que, tras los viajes, los cuadros suelen quedarse en sus lugares de origen alrededor de un año.

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