Este artículo se publicó hace 16 años.
"Newman y Woodward", el milagro de cumplir las bodas de oro en Hollywood
Paul Newman y Joan Woodward pasarán a la Historia, además de por dos prestigiosas carreras avaladas por varios Óscar, por la gran hazaña personal de haber mantenido intacto un matrimonio durante cincuenta años en el fluctuante universo sentimental de Hollywood.
El próximo martes, la pareja estable y duradera por excelencia del estelar firmamento hollywoodiense celebrará sus bodas de oro, una nueva gesta para un matrimonio que les ha dado tres hijos, catorce películas y que ha brillado por su discreción y su modestia.
Se habían conocido en 1953 como estudiantes del Actor's Studio cuando saltaron chispas durante la preparación de la obra de teatro "Picnic", pero no fue hasta el rodaje cinematográfico de "The Long, Hot Summer" (1958), de Martin Ritt, cuando confirmaron su química.
El film, un opresivo melodrama, se rodó en una época en la que Woodward, cinco años menor que Newman, todavía era notoriamente más famosa que él. Ese mismo año ganaba el Óscar por "The Three Faces of Eve", que recogió con un humilde vestido, hecho a mano y valorado en sólo 100 dólares de la época.
Él, todavía casado con su primera mujer, comenzaba a destacar como nuevo "sex symbol" de la escuela de Lee Strasberg tras Marlon Brando, y encontraría en esos meses no sólo esposa, sino también consagración gracias al premio de interpretación en Cannes por la película de Ritt y al éxito de "Cat On a Hot Tin Roof", por la que optó por primera vez al Óscar.
Pero a partir de ahí, el resto, como quien dice, es Historia. Y siempre historia oficial, porque durante medio siglo de enlace no han dejado lugar para la leyenda negra.
"Hollywood Babilonia", el viperino libro Anger Kenneth, no encontró nada que objetar contra ellos, mientras que Juan Pando en su libro "Hollywood al desnudo" explicaba cómo el gran fisgón de la basura de las estrellas, Ward Harrison, mientras desvelaba que Natalie Wood usaba diafragma y Rita Hayworth leotardos adelgazantes, sólo lograba rescatar del contenedor de los Newman cartas de amor.
El secreto de la fidelidad: "¿Para qué buscar una hamburguesa si tengo en casa un entrecot?", proclamaba Newman. "Joanne siempre me ha dado apoyo incondicional en todas mis decisiones y esfuerzos, eso incluye mis carreras de coches, que ella deplora. Para mí eso es amor".
La pasión automovilística que tantos disgustos causó a su esposa -y alguna alegría, pues quedó segundo en las 24 horas de Le Mans en 1979- fue compatibilizada con el regalo de algunos de los mejores papeles de la carrera de Joanne por parte de su marido como director.
El sensible retrato de la crisis de la mujer de mediana edad en "Rachel, Rachel" (1968) y la adaptación de la obra de Paul Zindel ganadora del Pulitzer "The Effect of Gamma Rays on Man-in-the-Moon Marigolds" (1972) -en las que actuaba también su hija Nell Potts- fueron vehículos para demostrar la admiración de Newman hacia su esposa.
Se trata de "los únicos momentos en los que tengo potestad para mandarle", bromeaba el actor, mientras que ella se preguntaba: "¿Quién puede dirigirte mejor que la persona con la que vives?".
"Estar casada con Paul es estar casada con el más hombre más considerado y romántico", añadiría Woodward, cuyo apoyo fue fundamental en los peores momentos, que llegaron en 1978 cuando el hijo del primer matrimonio de Newman, Scott, falleció a causa de una sobredosis.
El actor de poderosos aunque daltónicos ojos azules diluyó su culpabilidad y sus fantasmas en la película "Harry & Son" (1984), en la que también actuó Woodward, y creó con el nombre de su hijo un centro de auxilio y protección del drogadicto, financiado por otra de sus exitosas diversificaciones: las famosísimas salsas "Newman's Own".
Su labor humanitaria -"no creo que haya nada excepcional en la filantropía. Es la actitud contraria la que me sorprende", aseveró- sería premiada con un Óscar en 1994, premio que en competición no había logrado hasta "The Colour of Money" (1986), de Martin Scorsese, después de una carrera con clásicos como "The Hustler" (1961) o "The Sting" (1973).
Joanne, sin embargo, dosificó sus participaciones en cine en favor de una prestigiosa trayectoria televisiva y teatral, aunque volvió a la gran pantalla junto a su marido en "Mr & Mrs Bridge" (1990), de James Ivory, un plácido retrato del amor otoñal por el que optó de nuevo al Óscar.
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