Este artículo se publicó hace 17 años.
"No te ahoga el mar, sino una ola", dice Manuel Vicent
El mar como "forma que permanece y se renueva" y el territorio como "el tiempo que te va modulando", son "mis obsesiones, eso que repito y que me produce curiosidad", dijo a Efe Manuel Vicent, entrevistado por haber reunido en un libro buena parte de sus columnas periodísticas de los últimos años.
El volumen se titula "El cuerpo y las olas" (Alfaguara), porque, para Vicent, dividir el mar, como dividir la vida en una serie de olas sucesivas que fluyen como las horas y los días, es una operación sencilla que, incorporada a la mente, "salva del naufragio a marineros y ayuda a superar tragedias humanas".
Vicent manifestó a Efe que él se plantea la vida "por trimestres" para que "el tiempo se comprima", pues "no te ahoga el mar, sino una ola", y "te salvas si esquivas el zarpazo de esa ola concreta", si no dejas que tu ánimo "sobrecogido por la grandeza de la adversidad", sea "arrastrado al abismo por un encrespado mar insondable".
"Las olas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer que siempre acaba por pasar de largo", indica el escritor de "Nadie muere la víspera" (2004), pues luego "el mar se calma y vuelves a navegar".
Así fluye la vida para el autor de "Son de Mar"(1999) o "Verás el cielo abierto" (2005), "de ola en ola", y por eso su libro arranca con "Las olas" y acaba con "El territorio", es decir con "el tiempo, nuestro único patrimonio" que es también "libertad", "un territorio que se convierte en valor", sostiene este valenciano, nacido en Villavieja, Castellón, hace 71 años.
Cuando seleccionaba sus columnas, Vicent expurgó algunas como las políticas para soltar la obra de la actualidad periodística, pues su pretensión ha sido dar a sus palabras "otra oportunidad", que el lector tenga "una perspectiva nueva".
"Ahora abro el libro con terror -confiesa-, y me asomo a mis complejos, mis obsesiones.., al mundo que he fabricado, mis reiteraciones y me pregunto cómo puedo estar obsesionado por tantas cosas".
Vicent recuerda que, de niños, los veranos eran largos pues el tiempo se resistía a nuestra experiencia, pero de mayor pasan rápido "porque el tiempo ya no se hace resistente, las neuronas están sobrecargadas y te vuelves conservador". Y es que "cada edad tiene sus cartas y hay que saberlas jugar".
Pero insiste en que "sentirse vivo es siempre dialéctico" y propone no bajar la guardia, "no entregarse, buscar en la pareja la parte desconocida, investigar, sorprenderse, evitar que todo se vuelva previsible, porque de ese modo se acaba la energía..." ahí, prosigue, se entra en "una especie de suave amistad".
Reconoce que "estrenar la vida cada día es un ejercicio dificilísimo, pero una maravilla cuando se logra". Él lo intentó en estas columnas "para que surja la ocurrencia", que es lo que importa, en su opinión.
"La columna tiene que ser divertida y extraña, fresca, que te choque, que te deje pensando..., profunda y liviana a la vez y nunca frívola".
Por eso al abrir su libro mira de soslayo, temeroso, "como si fuera otra persona la que va a leer", explica, y es que éste "es un oficio impúdico, como decía Pla, ¡quién me metería a mí en esa amarga profesión!".
En cuanto al mundo de la información, Vicent no duda de que "somos los últimos mohicanos". "Nadie irá a buscar el periódico dentro de 10 ó 15 años. Es inimaginable la potencia que va a adquirir la red".
"A cierta edad -añade volviendo al presente- la memoria y la imaginación son la misma cosa, pues sólo cuando la memoria entra de forma espontánea en el terreno de la imaginación, se convierte en materia literaria".
"La literatura se hace con tus recuerdos y la historia midiendo los metros de tu habitación de niño", aclara Vicent, para quien "la historia siempre es ideología", "el pasado no existe", "sólo es polilla -dice-, pisamos sobre cáscaras de mejillón".
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