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No cambia nada

Ni PSOE ni PP han logrado abrir una brecha electoral en el contrario

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA (sociólogo)

De vez en cuando hay que distanciarse de las fluctuaciones a corto plazo, de un mes a otro, y fijar la atención en los cambios a plazo más largo. Lo hacemos en el análisis que acompaña a este último Publiscopio del curso, con los datos de septiembre de 2007 y septiembre de 2008 como referencias comparativas para valorar la situación en la que se encuentran las tendencias de voto en junio de 2009.

Lo más sorprendente cuando se examinan los cambios en las intenciones de voto de septiembre de 2007 a junio de 2009, es que no los hay. Entre esas fechas hay unas elecciones generales y una crisis económica de dimensiones históricas, y las intenciones de voto que declaran los electores apenas han cambiado nada. Ha habido diversas fluctuaciones en este periodo en un sentido o en otro, pero al fin las cosas están casi exactamente igual que estaban. En 2007 las simpatías por el PSOE eran un 30,8%, y por el PP, un 22,0%; en 2009 son las mismas (30,7% y 21,9%, respectivamente). Y las intenciones de voto declaradas eran, en 2007, 27,9% para el PSOE y 22,8% para el PP; en 2009: 27,3% y 23,9% respectivamente. Variaciones de décimas en dos años

Los minoritarios

En este periodo, los cambios mas significativos y en la práctica, los que han tenido trascendencia electoral se han producido en el rincón de los partidos minoritarios. El primero, la emergencia de UPyD, que drena votos, alternativamente, al PSOE y al PP; el segundo, el declive de IU, en beneficio del PSOE; y el tercero, la reorganización del voto nacionalista, que en unas zonas beneficia al PSOE las de los nacionalismos históricos y en otras al PP Andalucía.

A diferencia de las intenciones declaradas, las tendencias electorales estimadas han variado algo durante estos dos años, porque la tendencia a la abstención, el voto flotante y la indecisión han cambiado con sentido diverso en las clientelas electorales de los partidos. Pero aún las estimaciones varían poco y dentro de los márgenes de error, en magnitudes tan reducidas que pueden resultar fácilmente anuladas, invertidas o amplificadas de forma decisiva en el curso de una campaña electoral. En la estimación del Publiscopio, el PSOE estaba punto y medio por encima del PP en septiembre de 2007, y está ahora punto y medio por debajo. En ambos casos, lo único seguro que anticipa la estimación es que el resultado de unas elecciones generales posteriores es incierto, porque una buena o una mala campaña borra esas diferencias de un plumazo.

El que no haya habido cambios decisivos en la correlación de fuerzas de los dos partidos que representan opciones de gobierno, sin embargo, está cargado de significación, tanto para unos como para otros. Es lo que ya se apuntaba analizando los resultados de las recientes elecciones europeas. En primer plano significa que ninguno de ellos ha conseguido el objetivo esencial de abrir brecha electoral entre su posición y la del otro. En un plano más profundo y más importante significa que tanto Zapatero como Rajoy han fracasado hasta ahora en el diseño y desarrollo de estrategias hegemónicas, es decir para imponer socialmente un discurso político propio y coherente en el que una amplia mayoría se reconociera y lo asumiera. Hasta ahora sólo Suárez en 1976, González en 1982 y Aznar en 2000 lograron imponer un discurso hegemónico, aunque sólo Felipe González, con el discurso del cambio, consiguió que su hegemonía social se mantuviera más de un par de años.

Rajoy nunca ha intentado siquiera diseñar un discurso y una estrategia hegemónica, confiando siempre en llegar al poder de rechazo. Zapatero tuvo los mimbres de un nuevo discurso hegemónico después de ganar las elecciones de 2004, pero luego -sea por las circunstancias, o por lo que sea no ha llegado a construirlo ni mucho menos a transmitirlo.

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