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Los que no tienen nada que celebrar en el Día del Trabajo

Cada vez son más las personas que han quedado en paro y rozan la exclusión social y la pobreza

ANA REQUENA AGUILAR

El aspecto de Horacio llama la atención: joven, perfectamente afeitado, con zapatos, polo, cazadora...y entre cartones. 'Nunca en la vida pensé que un día me vería en la calle', dice él mismo. Trabajó como dependiente en unos grandes almacenes y le ofrecieron un contrato fijo. Horacio, paraguayo, veinteañero, pensó que aún tenía muchas oportunidades por delante y lo rechazó. 'Cuando lo pienso ahora me siento tonto', murmura. La crisis hizo desaperecer las ofertas de empleo y un día se quedó sin dinero para pagar el alquiler: 'De repente me di cuenta de que no tenía nada y lo único que podía hacer era irme a la calle'.

Para comer, Horacio acude a un comedor social. Desde que comenzó la crisis las colas para conseguir una comida caliente no han parado de crecer. Los roperos, donde la gente en apuros económicos puede recoger ropa y mantas, también están desbordados. Cada vez son más las personas que rozan la exclusión social o que han caído en ella.

'Antes atendíamos ya a bastante gente pero ahora el problema es mucho más acuciante', explica la coordinadora de uno de los centros que atiende Cáritas. Allí la gente acude en busca de orientación laboral, de ayuda para encontrar empleo e incluso de alimentos y ropa. 'Hace meses que no nos entra ninguna oferta de trabajo', asegura. En cambio, afuera, una señora comenta que nunca antes ha visto a tanta gente esperar en busca de ayuda. Sonia es una de ellas.En paro desde hace meses, vive en una habitación alquilada que paga una amiga. También Luis y Patricia, de Colombia, que buscan ropa para su niña pequeña. Y Rosa y Samira y Carlos, que rebusca entre las perchas ropa de entretiempo. Todos tuvieron trabajo, todos lo han perdido y todos son inmigrantes, con una red social débil o inexistente que hace que la crisis les golpee más duramente.

Ahmed habla bajito mientras se come un bocadillo en uno de los soportales de la Plaza Mayor de Madrid. Lleva ya más de diez años en España y nunca le ha faltado el trabajo hasta ahora. 'Llegué a ganar más de 1.200 euros al mes', dice. La separación de su esposa coincidió con la crisis en su empresa de limpieza. Cuando se le acabó la prestación por desempleo acabó en la calle. El subsidio que cobra ahora no le alcanza para un alquiler.

En el Programa de Paro de Cáritas en Madrid no paran de recibir gente. En lo que llevamos de 2009, ya han impartido el mismo número de cursos de formación que en todo 2007 y las ayudas económicas a parados en situaciones especialmente precarias subieron un 74% entre 2007 y 2008. 'Fue poco antes del verano pasado cuando nos dimos cuenta de que esta situación empezaba a desmadrarse', cuenta la coordinadora del servicio, Pilar Izquierdo. El porcentaje de españoles que acuden a este programa ha aumentado y también el porcentaje de hombres, muchos procedentes de la construcción. Izquierdo comenta que también ha crecido el número de familias con hijos a su cargo y con uno o dos cónyujes en paro o con jornada reducida.

En los soportales de la Plaza Mayor, Horacio prepara los cartones para dormir y Ahmed anda hacia la escalera de emergencia donde se refugia. Son sólo dos rostros detrás de más de cuatro millones que hoy no tienen nada que celebrar.

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