Público
Público

El nuevo enemigo de Hitler se llama G.I. Joe

PÚBLICO

G.I. JOE: EL ORIGEN DE LA COBRA, por Rubén Romero

Como miembro de la generación clic de Playmobil, reconozco mi incapacidad para amar a los G.I. Joes. Tanto los clics como los Airgam Boys eran para niños simples, con sus cuellos inexistentes y sus movimientos torpes y minimalistas. Nada que ver con el mundo hiper articulado y super sofisticado de los G.I. Joes, fabricados por Hasbro. Hasbro, la multinacional juguetera, es el nombre más repetido en los títulos de crédito, con lo que queda claro, desde el primer momento, que esta película no es más que un descaradísimo vehículo publicitario para el relanzamiento de los muñecajos de marras, y con ellos el videojuego subsiguiente y el menú de comida rápida

A imagen y semejanza de lo que hiciera en años pasados con Transformers, también de Hasbro, y que tan buenos resultados ha dado a la compañía, G. I. Joe no pretende que el cine se convierta en un fenómeno, sino en el punto de partida para generar unos ingresos de los que la taquilla no será la parte del león. Es la aplicación de la primera lección de la teoría florentiniana: Ronaldo vale más por lo que hace fuera de un campo de juego que dentro. No le pidamos a G. I. Joe, pues, grandes ambiciones fílmicas, pues su campo de batalla es otro. Sí que es de agradecer, sin embargo, la honestidad y que las intenciones comerciales no se intenten camuflar con falsas pretensiones artísticas como ocurre con su primo de factoría. No hay más que ver el argumento: La Torre Eiffel cae, destruida, sobre París. El duro comando Cobra siembra el miedo y los chicos de G.I. Joe van tras la mortal amenaza . Del mismo modo, aquí tampoco hay una apología militar, ni un intento por mostrar la cacharrería de destrucción masiva último modelo del ejército de EEUU como en Transformers.

Es justo reconocer que el anuncio del director Stephen Sommers tiene, por lo menos, un ritmo trepidante, marcando el ritmo a golpe de CGI (ordenador, vamos) y no pasan más de cinco minutos sin que los buenos se líen a tortas con los malos: hay peleas entre féminas vestidas de cuero, entre niños, entre soldados, entre amigos, entre ex amantes, entre aliados Reducido a una idea tan básica, la analogía del principio sigue siendo válida: en vez de una G.I. Joe movie les ha quedado una película clic de Playmobil. A Dios (o Hasbro) gracias.

EL DIRECTOR

Sommers aceptó la propuesta porque la consideraba muy cercana a las películas de James Bond (especialmente ‘Operación Trueno', de ahí que el clímax final se produzca bajo el agua). Bueno, no hay que confiar demasiado en un tipo que tiene como musa a Brendan Fraser. Eso sí, para las mujeres tiene mejor ojo: si en ‘La momia' convirtió en estrella a la muy intelectual Rachel Weisz, aquí acierta de nuevo, pero con Sienna Miller. 

MEIN FÜHRER, por Pablo G.Polite

Hay quien dice que con la memoria histórica no se juega, que su sombra es tan larga como el peso de un tabú. Pero los dichos, como las estadísticas, están para romperse y el director suizo de origen judío Dani Levy (Basilea, 1957) ha pulverizado unos cuantos con una sátira sobre uno de los grandes genocidas del siglo XX: Adolf Hitler.

Si hace cuatro años el estreno de El Hundimiento, de Oliver Hirschbiegel, generó un acalorado debate acerca de si era lícito presentar al dictador como un ser humano que se siente acorralado con la guerra ya perdida, Levy va mucho más allá y lo caricaturiza eliminando cualquier atisbo de exaltación heroica, credibilidad o grandeza.

Aunque se trata de una obra de ficción, la película se sitúa en los estertores de la II Guerra Mundial para mostrarnos a un Hitler de opereta , completamente deprimido y desahuciado, que igual aparece en chándal como sufriendo un gatillazo o jugando en la bañera con un pequeño acorazado Bismark. Levy es implacable en sus intenciones y sigue la estela de ‘El gran dictador' (1940), de Charles Chaplin, o ‘Ser o no ser' (1942), de Ernst Lubitsch, para desmitificar la figura del ‘Führer' y recordarnos que se puede hacer humor con alguien tan complejo como Hitler, aunque sea a costa de un juego especulativo donde se reconoce un fulminante ajuste de cuentas.

EL ACTOR

El fallecido Ulrich Mühe, triunfador en los premios de la Academia de Cine Europeo de 2006 por La vida de los otros, tuvo a su enemigo en casa durante seis años: su primera mujer, la actriz Jenny Gröllmann, cooperó a sus espaldas, durante su matrimonio, con el Ministerio de Seguridad de la República Democrática Alemana: la principal organización de policía secreta, inteligencia y represión. 

Mi vida en ruinas

Nia Vardalos (Mi gran boda griega) recurre de nuevo a sus raíces helénicas en esta comedia romántica en la que interpreta a una estresada guía turística en Grecia.

N, Napoleón y yo

Un joven que sueña con asesinar a Napoleón es contratado como su escribano durante el exilio del emperador francés (Daniel Auteuil) en la isla de Elba. Comedia histórica con Monica Bellucci.

Exorcismo en Connecticut

Una familia se muda a una nueva casa y comienza a experimentar extraños fenómenos paranormales. Film de terror basado en unos horripilantes hechos reales.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias