Este artículo se publicó hace 15 años.
Obama no quiso ver a Brown
Las rencillas por la liberación del terrorista de Lockerbie siguen latentes entre EEUU y el Reino Unido. Los laboristas vuelven a conspirar contra el primer ministro
Hasta en cinco ocasiones pidió el primer ministro británico, Gordon Brown, ver a Obama durante las reuniones de la ONU en Nueva York esta semana. Pero no lo consiguió. Bien sea porque la agenda del presidente norteamericano estaba demasiado cargada, bien porque la liberación del terrorista de Lockerbie ha enfriado las relaciones entre Reino Unido y EEUU, Brown debió pensar que con Bush vivía mejor.
Los últimos días del primer ministro han sido como una montaña rusa. El martes por la noche recibió el galardón de estadista del año por su contribución a salir de la crisis. El invierno pasado, cuando Europa entera veía sus economías caer en picado, Brown abanderó el equipo de la recuperación y se presentó en Bruselas con la formula mágica para la salvación. Él y su ministro de Economía, Alistair Darling, promovieron la nacionalización de los bancos como un primer paso para salir de la crisis y todos los estados les siguieron.
Pocas horas después a recibir el premio, Obama no quería verlo. En las últimas semanas el gabinete de Brown ha estado haciendo esfuerzos por aproximarse a la política de Obama después de la distensión por el caso Lockerbie. Las autoridades escocesas decidieron liberar a Abdebaset Al Megrahi, autor del atentado con bomba contra un avión de la Panam en 1988. El preso, de origen libio, fue enviado a Trípoli por el estado avanzado de su cáncer de próstata, lo que desató una corriente de críticas desde Washington.
En primera instancia, Brown ha apoyado todos los pasos que ha dado Obama en Afganistán, incluído el de enviar más tropas, a pesar de la presión que ha tenido que soportar de la oposición. También ha adoptado medidas parecidas a las estadounidenses en temas como la gripe A. Incluso anteayer anunció un pequeño recorte del programa nuclear británico para ir en consonancia con los acuerdos entre Rusia y EEUU. Pero esto no fue suficiente. Desde Downing Street, la sede del Gobierno británico, niegan que Obama rechazara verlo, pero todos los medios impresos británicos se hacen eco hoy de las opiniones de varios diplomáticos que indican lo contrario. Lo cierto es que el presidente norteamericano sí tuvo tiempo para verse las caras con Rusia, China y Japón.
El enemigo en casaHoy intentará explicar al G-20 los pasos que el Reino Unido cree que deben tomarse para acabar de una vez por todas con la recesión, pero la vuelta a casa promete ser dura. La semana que viene tendrá lugar la convención anual del Partido Laborista. Ayer, se desataron los rumores de que Brown tenía pensado dejar el liderazgo por enfermedad, aunque él mismo lo desmintió. El ex ministro de Interior, Charles Clarke, dijo ayer que si Brown permanece en la cabeza de los laboristas, el partido "no ganará unas elecciones en 10 ó 15 años". La polémica está servida.
Los laboristas parecen abonar el terreno para forzar la salida de Brown la próxima semanaEl pasado mes de mayo, cuando estalló el escándalo de las cuentas de gastos del Parlamento, algunos diputados laboristas dimitieron y empezaron a promover una revolución en la sombra que acabara con Brown antes de las elecciones de la próxima primavera. Al final, la conspiración se quedó en nada. La mayoría del partido, reunido en Westminster, dio el visto bueno a la continuidad del primer ministro. Las voces en contra de Brown vuelven a alzarse. Y si la oposición no ha conseguido que dimita por su gestión económica que ha llevado al Reino Unido a tener una deuda pública de 175 mil millones de libras, el 'premier' puede encontrarse con su peor enemigo en su propia casa.
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