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El obispo de Córdoba está "muy contento" por la repercusión de su discurso ‘anti fornicación’

ALFONSO ALBA

Lejos de arrepentirse o matizar sus palabras, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, está “muy contento” por la enorme repercusión mediática que tuvieron sus palabras en las que llamaba a los jóvenes a huir de la fornicación o aseguraba que en “algunas escuelas” se incitaba a sus alumnos a practicarla.

El prelado sostuvo, interrogado por los periodistas, que su discurso no es más que “la palabra de Dios” y que por eso “me alegro de que la palabra de Dios haya llegado a todo el mundo mundial (sic)”. Firme pero poco respetuoso con la prensa, “yo no me escondo”, inquirió, Demetrio Fernández afirmó que su carta pastoral había suscitado “mucho atractivo”.

En su carta dominical, que se leyó en todas las iglesias de la Diócesis de Córdoba, el prelado decía que “la incitación a la fornicación es continua en los medios de comunicación, en el cine, en la televisión, incluso en algunas escuelas de Secundaria”. Además, explicó que “la castidad es la virtud que educa la sexualidad haciéndola humana y sacándola de su más brutal animalidad”.

Estas palabras suscitaron una cascada de críticas sobre todo desde la Junta de Andalucía y su Consejería de Educación, que las consideró fuera de lugar y de otro tiempo. Pero, esta vez, el obispo fue prudente y no quiso entrar a valorar “nada” de estas críticas.

Demetrio Fernández intervino para presentar una nueva carta pastoral. En su enorme misiva, de 15 páginas, el prelado insta a los cristianos a iniciar una “nueva evangelización” a través de los Cursillos de Cristiandad. Esta vez sin conjugar el verbo fornicar, que tan famoso lo ha hecho, el obispo cordobés anima a los cursillistas a “no estar zarandeados por todo viento de doctrina, por la moda ideológica o por el espíritu del mundo”.

Convertido ya en uno de los obispos más conservadores de España, Demetrio Fernández también ha atacado a los movimientos católicos de base y con arraigo social que han trabajado más en la calle que dentro de las iglesias. “Son grupos que se han apartado de la práctica de la comunión con los pastores en aras de una adultez del laico mal entendida. Grupos que no han tenido reparos en adoptar el análisis marxista en su lectura de la realidad y en su compromiso de acción […] dejando progresivamente de ser cristianos”. El obispo continúa y cita a un supuesto maestro del que no dice su nombre para sentenciar: Estos grupos son “teológicamente protestantes, eclesialmente democraticistas, socialmente marxistas, moralmente subjetivistas y relativistas, ascéticamente pelagianos”. Y, como si todo lo anterior fuera condenable, concluye: “Están expuestos a todos los virus de error que pululan en el ambiente y carecen de defensas propias en su organismo para recuperar la salud. Estos grupos no tienen futuro”.

Esta no es la primera polémica que protagoniza el obispo de Córdoba. Nada más aterrizar en la Diócesis de Córdoba, hace apenas un año, inició una campaña para que los católicos dejasen de llamar al templo más famoso de la ciudad Mezquita a secas y optasen por el más cristiano “Catedral” o, como mucho, “Catedral antigua mezquita aljama”.

Firme defensor del modelo de familia católica, el obispo de Córdoba ha participado y animado manifestaciones contra le Ley del Aborto, ha defendido a los “mártires ejecutados solamente por ser cristianos” en la Guerra Civil y ha llegado a asegurar que la Unesco tenía un plan “para hacer que la mitad de la población sea homosexual”. ¿Sus motivos? Que se estaba implantando “la ideología de género” en “nuestras escuelas”.

Hace una semana tan sólo, el obispo volvió a la carga y llegó a decir que “los hijos de una familia como Dios manda crecen más sanos que los que están repartidos, y no saben de quién son” para criticar el divorcio.

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