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Olmert sigue los pasos de Sharón en la lucha por la supervivencia política

EFE

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, parece haber heredado de su mentor, Ariel Sharón, la capacidad de supervivencia política, y se dispone a dotar de estabilidad a su gobierno tras un año plagado de crisis y escándalos.

La última prueba que ha superado es la de que el Partido Laborista, liderado por el ministro de Defensa Ehud Barak, permanezca en su coalición parlamentaria después de la publicación la semana pasada de la versión definitiva del Informe de la Comisión Winograd, poco halagador sobre el manejo y la conducción de la guerra del Líbano, de julio-agosto de 2006.

Barak anunció hoy que, a pesar de la promesa que hizo en julio pasado de que dimitiría tras el informe, se queda en el gobierno de Olmert porque "la situación es diferente" y hay necesidad de "rehabilitar el Ejército" y afrontar las "amenazas" procedentes de Gaza, Líbano, Siria e Irán.

El anuncio supone para el primer ministro israelí una bombona de oxígeno, pues la defección de los 19 diputados laboristas habría supuesto en principio el final de su gobierno, que en estos momentos cuenta con el apoyo de 67 de los 120 diputados de la Knéset.

"Yo no veo elecciones en 2008", aseguró el analista político israelí Hanán Dekel, quien atribuye la decisión de Barak a los pobres resultados que le dan las encuestas, caso de convocarse elecciones anticipadas en estos momentos.

Según los analistas, Olmert, en la alta política desde los 28 años, ya preveía de antemano que Barak no le dejaría, por mucho que el informe de la guerra del Líbano le acusara a él personalmente del fracaso, lo que, además, no ha ocurrido.

Y es que como digno pupilo de Sharón, que entre diciembre de 2004 y enero de 2005 llegó a gobernar con sólo 38 diputados, el actual jefe del Gobierno israelí sabe cómo echar la red a los partidos del centro-izquierda para garantizar su supervivencia.

Los laboristas y los pacifistas de Meretz fueron los que sostuvieron el gobierno de Sharón durante la evacuación de Gaza en 2005, y en ellos vuelve ahora a confiar ante la eventualidad de que el partido ultraortodoxo Shas haga lo que no ha hecho Barak.

Con 12 diputados, Shas es el tercer socio en importancia en la coalición que preside Olmert, y sus líderes le han amenazado con que si negocia con los palestinos la división de Jerusalén, abandonarán el gobierno; de hacerlo, el primer ministro podría recurrir, no obstante, a los cinco diputados de Meretz para salvar su coalición.

El partido ultranacionalista Israel Beitenu ya abandono en enero la mayoría por el inicio de conversaciones sobre los otros asuntos centrales del conflicto -fronteras, refugiados y asentamientos-, y de seguir Shas su senda, es impensable que los pacifistas de Meretz dejen a Olmert en la estacada, pues supondría poner fin a la esperanza de paz.

El 2008 también se presenta despejado para el primer ministro en cuestión de escándalos por sospechas de corrupción, un fenómeno que asimismo acompañó a Sharón entre 2001 y 2005.

En sus dos primeros años de gestión, Olmert ha sido investigado en al menos cinco casos de sospecha de tráfico de influencias, cohecho y corrupción, pero la Fiscalía General nunca consiguió llevarlo a juicio.

El último, relacionado con la privatización de uno de los dos mayores bancos de Israel, se cerró sin mayor trascendencia el 29 de noviembre de 2007, y aunque aún quedan abiertos otros dos expedientes, es improbable que prosperen.

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