Este artículo se publicó hace 15 años.
Ospina se pone en piel mestiza para ilustrar la conquista sin maniqueismo
El colombiano William Ospina adoptó la piel de un mestizo, hijo de un español y una indígena, en su última obra "El País de la Canela", para ofrecer la perspectiva de la conquista de América desde la sensibilidad de alguien que pertenece a los dos mundos y tratar de ver así los hechos sin maniqueismo.
La obra, que hoy se presentó en la Feria del Libro de Madrid, forma parte de una trilogía dedicada la conquista de ese continente, y que en esta segunda entrega se centra en las dos primeras incursiones que se llevaron a cabo en el río Amazonas.
Se trata de las expediciones que encabezaron los exploradores españoles Francisco de Orellana, en 1541; y la efectuada por Pedro de Urzua, veinte años después.
Una periplo para el que Ospina, dijo en entrevista con EFE, se propuso "recuperar la conciencia de los indígenas sobre lo que fue ese choque cultural" y así arrojar una mirada más compleja de esos hechos sin "maniqueismo".
Al tiempo el autor propone observar lo que esos hechos pudieron "tener de barbarie y de proceso de civilización".
Una propuesta que le ha ocupado al autor más de doce años, durante los que Ospina se ha dedicado a recoger datos históricos y a recopilar la información recogida en las crónicas de Indias para finalmente darle forma en una "narración orgánica".
"Si se toma ese mosaico tan heterogéneo de voces y perspectivas y se sigue el hilo de los acontecimientos se puede reconstruir como fueron esos dos viajes al Amazonas, quienes fueron sus protagonistas y que fuerzas humanas se movían en medio de esa lucha con la naturaleza", indicó el escritor.
Porque "El País de la Canela" quiere ser, además de un relato sobre la conquista, una reflexión sobre la distinta manera que europeos e indígenas americanos tienen de mirar a la naturaleza.
En opinión de Ospina, "los indígenas tienen una relación mágica y de respeto, mientras que los europeos están desde hace tiempo en condiciones de enfrentar la naturaleza y de intentar dominarla".
Para el escritor la razón que llevó a los exploradores a América fue la "ilusión" de encontrar en este continente bosques de "una sola especie", que tuvieran una gran rentabilidad económica, en concreto plantaciones de canela.
Por el contrario, prosiguió, descubrieron la selva amazónica caracterizada, por su "gran diversidad", aunque hoy "amenazada por la deforestación".
Ospina definió a los conquistadores como "caballeros andantes que buscaban fortuna, pero también sueños poblados de seres fantásticos como sirenas, centauros o enanos".
Sabedor de un prosa que ha sido elogiada por Gabriel García Márquez, consideró los elogios del premio Nobel "muy generosos", al tiempo que invitó a pensar sobre el sabor a crónicas de Indias y de mundo desconocido de las primeras páginas de "Cien años de soledad".
Autor de un amplio poemario, prefirió no mostrar preferencias entre la poesía o la narrativa.
"He preferido alternar, porque -explicó- curiosamente mis poemas suelen tener un componente narrativo, y mis novelas suelen tener tintes poéticos".
El escritor, que hoy pondrá voz a varios de sus poemas en la Casa de América de Madrid, confesó sentir la necesidad de recurrir a la poesía para contar un mundo que no ha sido suficientemente descrito como es "el americano y su exuberancia, donde no basta con el lenguaje descriptivo y de la razón".
Y así tratando de ser fiel a los hechos históricos, pero añadiendo "detalles esenciales" para que el lector se imagine con nitidez como ocurrieron los hechos, Ospina ultima su tercera entrega.
Un texto que se centra en los últimos años de Pedro Urzua, definido por el autor como "el arquetipo del guerrero de aquellos tiempos, pero también pretexto literario para recorrer el territorio de América".
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