Este artículo se publicó hace 15 años.
"Otros pedirían paridad si en política se entrara por oposición"
Igualdad es la palabra de la que nunca prescinde Micaela Navarro (Andújar, 1956). Ha luchado sin descanso por ella, pero sabe que aún queda mucho por hacer: “La violencia de género afecta a cualquier capa social y a todas las edades”, afirma. El recuerdo de Marta del Castillo es inevitable.
¿Qué conclusiones saca del asesinato de la joven sevillana?
¿Cómo es posible que conozcamos el contenido literal de las conversaciones entre menores? Si los medios lo sacan es porque tiene audiencia. Tampoco es cuestión de matar al mensajero. Este caso ha demostrado que el morbo no tiene límites, con el daño que eso genera a la familia.
¿Tiene que ver el tiempo que dura una relación para considerar un caso como de violencia de género?
No. Tiene que ver el hecho y los comportamientos.
¿Cómo ve a los jóvenes, educados supuestamente en igualdad?
Los jóvenes discuten y han discutido siempre. Es muy difícil lanzar un mensaje que no genere alarma. No siempre que alguien se enfada es agresor. Pero debemos detectar a tiempo cuándo una relación empieza a ser patológica. Ahí las administraciones tenemos un papel que jugar, pero las familias también.
Según el Consejo del Poder Judicial, ha bajado la edad de las víctimas y de los agresores.
La mujer sólo denunciaba cuando no lo podía soportar más o cuando sus hijos eran mayores. Eso ha cambiado radicalmente. Pero no es que haya ahora más violencia, sino que se denuncia antes, gracias, en gran medida, a la ley integral contra la violencia de género.
¿Es suficiente esta ley?
Si el Código Penal fuera suficiente ya estaría derogado. No nos engañemos. No conozco ninguna ley que tenga una efectividad total. Este delito, entre cuatro paredes, necesita un cambio social para tener en cuenta que no es privado. Ninguno lo es.
¿Agrava el problema que algún juez ponga en duda la legitimidad de las denuncias?
Una cosa es no tener argumentos suficientes y otra es decir que es falso. Si un juez tiene la certeza de que es falso, yo le pido que actúe. Una denuncia falsa le hace daño injusto a la persona denunciada y pone en tela de juicio las miles de denuncias de mujeres maltratadas que se ponen al año.
La policía detuvo recientemente a una mujer maltratada como cómplice de romper una orden de protección.
¿Con su agresor al lado, quién le dice a la policía lo que le está pasando? Cuando se rompe la orden, la víctima debe llamar inmediatamente. Eso no significa que esa mujer haya dejado de pasar miedo. Muchas veces se dice: ‘Vuelve porque la quiere’. No, vuelve porque piensa que volviendo, el otro no va a llevar la violencia hasta los últimos extremos.
“No habrá igualdad hasta que haya mujeres incompetentes en puestos de responsabilidad”. ¿Qué le parece esta opinión?
En puestos de responsabilidad deben estar personas competentes. No soy partidaria de que el espacio que han ocupado los hombres lo tengamos que ocupar al 100% las mujeres. Pero tampoco podemos seguir pidiendo certificados de calidad a las mujeres. Todos servimos para algo y nadie sirve para todo, seas hombre o mujer. Establezcamos criterios objetivos, sobre todo en ámbitos subjetivos. Si a la política se accediera por oposiciones, no tendría que existir ninguna ley de paridad ni de nada. Probablemente la reivindicaría otro sector, pero no las mujeres.
La ley de igualdad ha tenido un alcance limitado. ¿Qué más se puede hacer?
La ley no es una guillotina, no se pueden ver sus logros en un año ni en dos. La igualdad o es real o no lo es. ¿De dónde viene el problema? Del papel histórico. Una mujer si no tiene hijos, puede competir más o menos en igualdad. Cuando los tiene, parece que son sólo suyos.
Muchas prefieren cuidar ellas mismas del niño.
Y al padre le da igual verlo.
¿Al padre le da más igual?
Hasta que se separan. Entonces, sí quieren tenerlo el fin de semana y verlo todas las noches, pero, mientras, no lo han visto acostarse nunca. Ahí está la dificultad. No es que a mí se me dé mejor cuidar a los niños, sino que cojo yo la excedencia porque cobro menos. La que pierde oportunidades soy yo. Cuando vuelvo, el hombre está arriba, aunque sea más torpe que un cerrojo.
Pero a veces las mujeres sufren la separación de los hijos más que los hombres.
Eso tiene mucho que ver con un sentimiento de qué mala madre soy, no estoy con ella. Pero, entre otras cosas, sucede porque o estoy yo o no hay nadie con el niño. Y me niego a creer que esto es genético. Los hombres deben aprender a relacionarse con ese ámbito, y las mujeres tenemos que desaprender, que es más difícil y complicado.
¿Ayuda la red de guarderías?
Teníamos 13.000 plazas en 2003, y cuando termine este curso tendremos 75.000. Pero hemos tenido que poner un tope de ocho horas, porque dejaban al niño a las siete y media y lo recogían de noche. No, eso está hecho para que se organicen el padre y la madre. Conciliar tiene que ver con el reparto efectivo; si no lo hay, la madre no va a poder competir en igualdad nunca.
La derecha se echa las manos a la cabeza por la ley del aborto.
La reforma es necesaria para acabar con la hipocresía y la doble moral. Se escandalizan, pero han gobernado una legislatura con mayoría absoluta y no han derogado la ley. Lo ideal es que ninguna mujer interrumpa su embarazo. Los jóvenes no tienen información suficiente. Y el aborto jamás puede ser una medida de prevención.
El caso de las 57 puñaladas en Vigo ha puesto de relieve con crudeza la discriminación de gays y lesbianas.
La sociedad tiene determinados prejuicios y no se eliminan con una ley. Durante 40 años de dictadura, a los homosexuales se les quiso hacer desaparecer. Es lento cambiar ese pensamiento. Debemos pasar de la tolerancia al respeto. No sé por qué nadie me tiene que tolerar.
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