Este artículo se publicó hace 15 años.
París: del optimismo de pedrería a la moderación de un bello estampado
Manish Arora, Stella McCartney, Léonard, Guy Laroche, Thierry Mugler, la lista de firmas célebres y menos célebres que hoy presentaron su visión de la mujer del otoño-invierno 2009-2010 en París fue densa y osciló entre el máximo optimismo y la moderación en tiempos de crisis.
De espaldas a todo pensamiento negativo, el modisto indio Manish Arora recibió la aclamación general tras un desfile repleto de color, bordados suntuosos y maquillajes y peinados sorprendentes.
El artista quiso dar vida a un mundo encantado poblado por míticas criaturas y lo logró plenamente.
Los misterios del mundo animal y de la jungla impregnaron sus modelos y llegaron hasta el peinado; así las maniquíes con el pelo recogido parecían provistas de pequeñas orejas gatunas, según fuese el ángulo de visión desde donde se contemplasen.
Cabezas de ciervo, mariposas, delfines, elefantes, águilas y gorilas fueron evocados mediante estampados, relieves o bordados de 'Swarovski Elements' que dieron gran suntuosidad a esta colección.
En ella, el negro brilló prácticamente por su ausencia en beneficio de los naranjas, los verdes, los azules, los amarillos, los rojos y los rosas.
Hombros y caderas exageradas, vestidos-joya, "leggings" estampados y combinados con chaquetas estampadas con pájaros volando por el torso, relieves a veces imposibles de llevar: flores de agitados pétalos, caparazones, cabezas de animales o de alas de mariposa; constituyeron un pequeño momento de fantasía y felicidad.
Desde otro ángulo, Léonard -casa de sublimes estampados reactualizados por Véronique Leroy- intentó aunar precios asequibles con lujo de formas y materias, estética y confort.
El negro ocupó un lugar importante en sus creaciones, aunque siempre combinado con estampados floreados, de piel de leopardo o con formas asimétricas en tonos muy vivos.
Sus propuestas fueron principalmente trajes de chaqueta que se mostraron en la pasarela en ocasiones con botas altas de ante y también los vestidos largos de noche o cortos -muy diurnos- pero también de cóctel.
Stella McCartney, por su parte, volvió a dedicar su colección a la mujer romántica, dulce y audaz que tanto gusta vestir.
En su honor creó abundantes modelos en los que puntillas y el "chantilly" negro aportaron, además de ciertas transparencias, ese delicado juego de ropa de calle construida con elementos característicos de la ropa interior.
Contraria al sacrificio de animales para confeccionar prendas, la modista, que mostró su colección en presencia de su padre, el ex Beatle Paul McCartney, lanzó al término de su desfile una mediática campaña internacional contra la utilización de pieles en el mundo de la moda.
En la colección creada para Guy Laroche, Marcel Marongiu no ocultó su deseo de trabajar para una mujer 'fuerte' que, por supuesto, sabe lo que quiere y, para ello, se viste con contundente elegancia y desde luego seduce.
Se inspiró en el constructivismo ruso, de ahí que formas elementales como el círculo, el cuadrado, el rectángulo o el triángulo fuesen esenciales en cada uno de sus modelos.
Muy lejos de la búsqueda de exuberancia que fue, en cambio, el objetivo perseguido por Rosamary Rodríguez para su colección invernal Thierry Mugler.
Los responsables de esta firma que intenta recrear para el siglo XXI la gloria alcanzada en las décadas 80 y 90 del siglo XX por su visionario fundador, optaron por una presentación íntima y personalizada en sus salones de la avenida de la Ópera, previa cita.
Hasta el próximo jueves, periodistas y compradores pueden descubrir con todo detalle la segunda colección "Edition" de prêt-à-porter femenino de Rosamary Rodríguez, quien trabajó fundamentalmente teniendo en cuenta los ricos archivos de la casa.
De ahí retomó temas clásicos de la firma como el mantón de manila convertido en elegante vestido negro de noche o de novia, en tonos marfil; o el vestido negro con capa fucsia de inspiración torero.
Todo para una mujer "misteriosa" y sensual, portadora de "leggings" de vinilo negro con corte aerodinámico -levemente futuristas- sobre abrigo acolchado típicamente Thierry Mugler, así como sus vestidos de terciopelo plisado en tonos verde o azul muy oscuro -casi negros- y los cuellos 'zigzag' u hombreras pagodas.
Un universo Mugler que la modista española quiso combinar con el espíritu femenino de "Deseando amar", de Wong Kar-Wai.
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