Este artículo se publicó hace 17 años.
La participación electoral sube casi un uno por ciento con respecto a 2005
El 18,3 por ciento de los electores daneses había votado en los comicios generales de hoy dos horas después de la apertura de los colegios electorales, a las 8.00 GMT, lo que supone un 0,8 por ciento más que en 2005.
A las 11.00 hora local (10.00 GMT), había votado casi uno de cada cinco daneses, frente al 17,5 por ciento de hace dos años, en unos comicios que se desarrollan sin incidentes, según un estudio difundido por la agencia danesa Ritzau.
Los algo más de cuatro millones de daneses llamados a las urnas podrán votar hasta las 19.00 GMT para elegir a los 179 integrantes del Parlamento, cuatro de ellos repartidos a partes iguales entre los territorios autónomos de Groenlandia y las islas Feroe.
Los últimos sondeos difundidos hoy coinciden en el pronóstico de los últimos días: el bloque de derecha, encabezado por el primer ministro, Anders Fogh Rasmussen, necesitará de los votos del centrista Nueva Alianza, partido de reciente creación, para alcanzar la mayoría absoluta obtenida en los dos últimos comicios.
El Partido Liberal de Rasmussen y el Socialdemócrata de Helle Thorning-Schmidt aparecen igualados en la cabeza con cerca del 26 por ciento de los votos cada uno, seguidos por el Partido Socialista Popular, que duplicaría sus votos hasta el 13 por ciento y se convertiría en la tercera fuerza del Parlamento.
Los socialdemócratas se agarran al alto número de indecisos, el descenso de Nueva Alianza, que en algunos sondeos roza la barrera mínima del 2 por ciento, y el previsible apoyo de 3 de los 4 diputados de Groenlandia y las Feroe para mantener sus esperanzas de remontar el resultado.
"Estamos en situación de ganar por tercera vez, sería una victoria histórica, pero nada está decidido. Es una carrera muy disputada", declaró hoy Rasmussen al depositar su voto en Rudersdal, al norte de Copenhague.
Tanto Rasmussen como el resto de líderes políticos aprovecharon las horas previas a la apertura de los colegios electorales para repartir propaganda y desayunos a los viandantes en distintos puntos céntricos de Copenhague.
Durante la campaña, Rasmussen ha jugado la baza de los éxitos económicos, con cifras récord en descenso del desempleo, y ha echado mano de los recurrentes presagios sobre que un gobierno de centro-izquierda implicaría una subida de los impuestos y flexibilizar la política de inmigración, una de las más restrictivas del mundo.
Como en las dos anteriores elecciones, la inmigración ha sido un tema central, pero el debate ha tenido un perfil más bajo y se ha centrado en la política de asilo, donde la derecha ha acusado a la oposición de querer convertir el país en un paraíso para inmigrantes con su propuesta de permitir a los refugiados en espera de ser expulsados tener vivienda propia y acceder al mercado de trabajo.
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