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Lo que está pasando

El Partido Popular comienza a pagar electoralmente los escándalos de corrupción

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

En los últimos meses, desde el Publiscopio inmediato anterior al verano, el PP ha sacado al PSOE tres puntos y medio más de diferencia en las estimaciones de voto. Al tiempo, la valoración media de Zapatero se desploma hasta el nivel de Rajoy, estando ambas en sus puntuaciones más bajas. Y casi lo mismo sucede con la confianza y con la aprobación de la gestión.

Algunos lectores se estarán preguntando cómo es posible que el PP, sin que su líder mejore posiciones y en medio de un escándalo mayúsculo de corrupción, esté subiendo tanto sus porcentajes de voto y distanciándose del Partido Socialista en las estimaciones de todas las encuestas, incluido en mayor grado aún que en otras este último Publiscopio. ¿Es posible que la corrupción no afecte al voto del PP?

Respecto a las últimas generales, el PP perdería ahora un 6% de los votos, y el PSOE, un 23%

La cuestión encuentra respuestas bastante claras en el análisis de los datos del Publiscopio. En la estimación que se publica hoy, el PP aventaja en cinco puntos al PSOE en tendencia de voto y ello viene a consecuencia del cambio en las intenciones declaradas, en las que aquel supera a este, invirtiendo la relación que se daba en ese indicador hasta ahora. Pero lo que no dicen los porcentajes es la participación con la que se obtienen y el número de votos que se estima que obtendrían actualmente los partidos, y esa es la clave.

Con los datos del Publiscopio estimamos que la participación en la situación actual, en unas imaginarias elecciones generales que se celebrasen hoy mismo, haciendo abstracción de cualquier cambio futuro y de la campaña electoral, sería de un 67%, ocho puntos (y casi tres millones de votos) menos que en marzo de 2008. El PSOE obtendría aproximadamente 8,5 millones de votos y el PP, 9,6 millones, lo que, en porcentajes, representa la diferencia de cinco puntos que se estima. Entre todos los demás partidos obtendrían unos 4,0 millones de votos.

Esto significa que el PSOE perdería algo más de dos millones y medio de votos de los que obtuvo en 2008 (los mismos que perdió en 2000 respecto a 1996). Pero el PP también perdería votos respecto a 2008, unos 550.000, descendiendo al nivel de su resultado en 2004, cuando salió del gobierno. Sólo ganarían algunos votos los demás partidos (en conjunto, unos 200.000 más que en 2008).

El reto de Zapatero es recuperar un electorado enfadado que no entiende sus políticas económicas

Por consiguiente, no es cierto como inducen a pensar los porcentajes que el PP esté ganando votos en medio de los escándalos de corrupción y a pesar de ellos. Los está perdiendo, y en proporción apreciable: un 6% de su voto de 2008. Lo que sucede es que, en la coyuntura actual de crisis económica, el partido que gobierna está sufriendo la pérdida de una parte mucho mayor de su propio voto (pierde, en la estimación, casi un 23% de los votos que obtuvo hace año y medio).

Las pérdidas de voto socialista son fáciles de entender en esta coyuntura. Hace unos días se publicaban en este periódico los resultados de las preguntas que se habían hecho sobre la política fiscal en el proyecto de Presupuestos. Y se hacía patente que casi la mitad de los votantes socialistas consideraba injustificada la subida de impuestos y que casi el 60% pensaba que afectaría más a quienes menos tienen. Un análisis complementario de estos datos permite comprobar que, de los votantes socialistas que estiman innecesaria y distributivamente injusta la subida de impuestos que se anuncia, más de la mitad, cuando se les pregunta por su intención de voto actual, se declaran indecisos o abstencionistas, o bien dicen que cambiarían su voto. Estos electores representan un 19% del voto al PSOE en 2008. Esto por sí solo basta para explicar la mayor parte de la pérdida de voto socialista detectada en las estimaciones.

Hay que observar también que la pérdida de voto propio que está sufriendo el PP, según esta estimación, es, en realidad, mayor de lo que parece, porque está en parte compensada por los votos que recibe ese partido de electores que en 2008 respaldaron a Zapatero. Ahora, unos 600.000 de aquellos votantes, enfurecidos con el Gobierno, declaran su intención de votar al PP. Están, sin duda, tan enfadados con la política del Gobierno que no les frena el hedor a corrupción que llega del otro bando. Y su respaldo suple la pérdida de otros tantos votantes del PP.

Aunque en la coyuntura por la que está pasando el Gobierno no se note, el PP está perdiendo votos a causa de la corrupción, aunque por ahora en mucha menor proporción que los perdió hace 15 años el PSOE.

Hay que advertir, sin embargo, que el efecto de los escándalos de corrupción política sobre el voto a los partidos afectados como prueban las experiencias anteriores en España es retardado e indirecto. Es retardado siempre porque las imágenes de los partidos y la adhesión afectiva de sus votantes que son factores muy determinantes del voto cambian lentamente. La corrupción produce un deterioro seguro de la imagen del partido y debilita la disposición a votarle. Pasa factura siempre, pero ésta suele abonarse a medio plazo.

Por otra parte, el efecto electoral de ese deterioro suele ser indirecto, porque más que a cambiar el voto induce a la abstención. Es cierto que en los partidos principales hay un núcleo mayoritario de votantes que se identifican con ellos y les votan en cualquier circunstancia aunque sea a disgusto, pero con esos votos se sostiene el suelo electoral del partido, no se ganan las elecciones.

El problema para Rajoy es que, para ganar las elecciones cuando se convoquen, con su imagen actual y la corrupción proliferando en su partido, necesitaría una coyuntura de crisis social generalizada. Y el problema, para Rodríguez Zapatero, además de evitar esa crisis, vuelve a ser el de recuperar a un electorado desmoralizado y enfadado, que no se reconoce en sus políticas económicas, ni las entiende.

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