Este artículo se publicó hace 13 años.
La 'pax otomana' del AKP
Turquía, aliado tradicional de EEUU e Israel, se presenta ahora como la gran potencia de Oriente Próximo
Irak, valle de los lobos es, desde su estreno en 2006, una de las películas más taquilleras del cine turco. En ella, Ankara envía a un agente al país árabe ocupado por Estados Unidos para vengar "una ofensa contra toda la nación turca" y luchar contra un ejército que asesina sin piedad "al pueblo amigo iraquí". A finales de los años noventa, Turquía e Irak estaban a punto de entrar en guerra; diez años después, Bagdad confía más que nunca en el país que, cuando aún era el Imperio Otomano, gobernaba en la antigua Mesopotamia. Eterno candidato a la Unión Europea y aliado tradicional de Washington en Oriente Próximo, la Turquía del primer ministro RecepTayyip Erdogan sueña con una pax otomana mirando hacia sus vecinos y posicionándose como la potencia regional.
La fecha del 1 de marzo de 2003 es para apuntar en los libros de relaciones internacionales: la Asamblea Nacional turca vota en contra de servir de base para las fuerzas estadounidenses en misión contra Sadam Husein. "Fue el momento del gran cambio, porque por primera vez se rompió de manera clara con la voluntad de Estados Unidos", explica Ümit Yazmaci, de la Universidad de Mármara de Estambul. Esta decisión era un ejemplo de lo que los expertos llaman la "doctrina Davutoglu", el nombre del actual ministro de Asuntos Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, y consejero diplomático de Erdogan desde 2002, cuando su partido, el AKP, llegó al poder. "El AKP usó la política exterior como herramienta para buscar legitimidad frente a instituciones como el Ejército, guardianes de la línea aislacionista de Mustafa Kemal [fundador de la Turquía moderna]", añade Yazmaci.
El padre de la nueva diplomacia es Ahmet Davutoglu, titular de Exteriores
El pensamiento de Davutoglu cabe en un ensayo, publicado por este ex profesor de relaciones internacionales en 2001, Profundidad estratégica. La posición internacional de Turquía, y se resume a la idea siguiente: cero problemas con los vecinos. "Turquía no quiere ser sólo un puente entre Oriente y Occidente, sino también un actor pivote, utilizar su profundidad económica y política para jugar un papel en la región", explica Carmen Rodríguez López, autora de Turquía. La apuesta por Europa (La Catarata).
En la práctica, eso ha llevado a Ankara a acercarse a sus históricos enemigos árabes, tanto a nivel económico como político. En los libros escolares turcos, aún hay muchos prejuicios sobre los árabes, mientras que en países como Arabia Saudí, Turquía es considerada como el verdugo del califato. El Gobierno Erdogan firmó acuerdos comerciales con Irak, Jordania, Líbano, la Siria de Bashar al Asad; se posiciona con Brasil como el interlocutor para la crisis nuclear iraní y muestra su inquebrantable respaldo a la causa palestina frente al que siempre fue su único aliado en la zona, Israel. Difícil es olvidar la condena pública de Erdogan contra Simón Perés en el Foro de Davos 2009 por la operación israelí Plomo Fundido en Gaza.
Poder blando"Los dos motores de esta política exterior son primero la economía; la fuerza de Turquía es la exportación. Y segundo la seguridad: no sólo le interesa vender, sino que su entorno sea estable", dice Rodríguez López. Aunque una de las herramientas claves de la doctrina Davutoglu es el soft power (poder blando) de Turquía; es decir, la difusión de un país como marca. "Tiene una gran capacidad a hacer marketing y ha conseguido tener buena imagen en Oriente Próximo, con el islam, por ejemplo, entrando en contacto con los principales partidos islamistas de la zona", aclara Dorothée Schmid, responsable de los estudios turcos del Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
Ankara se acerca a sus vecinos árabes, como Siria, y se aleja de Washington
Entre sus poderes blandos, Turquía también tiene la lengua para acercarse a las antiguas Repúblicas soviéticas de Asia central (Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguistán, Kazajistán) y, sobre todo, su fuerza audiovisual. Productora de cine, Turquía es conocida en todo el mundo árabe por Noor, una de las 70 telenovelas que el país vendió en el extranjero. Turquía volvió a descubrir su influencia neootomana tras la caída de la Unión Soviética, aunque fue el AKP que se aprovechó de ello.
Sin embargo, mantener una supuesta pax otomana no resulta fácil. "Esta política sólo funciona cuando no hay conflictos", reflexiona Schmid. La analista considera erróneo hablar de "modelo turco" para las nacientes democracias tunecinas y egipcias. "La situación actual en Siria es la hora de la verdad para la diplomacia turca, porque Erdogan respalda a Al Asad", recuerda la francesa. "Para Egipto y Túnez, Ankara esperó la actitud de EEUU antes de decir algo", insiste Yazmaci. "El modelo turco es ambiguo, porque para algunos es un ejemplo laico y para otros un modelo de gestión islámica. El próximo Gobierno tendrá que aclararlo", concluye Schmid.
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